Cinco argumentos cubanos
Chucho Valdés y Herbie Hancock son dos de las estrellas musicales que estarán en La Habana, en la fiesta por el Día Internacional del Jazz
Fuente: Granma, Cuba. Por: Pedro de la Hoz
Cuando la Unesco decidió que la celebración del Día Internacional del Jazz tuviera lugar hoy en La Habana, una de las razones expuestas recordó las contribuciones de los músicos cubanos al desarrollo de ese complejo musical oriundo de Estados Unidos pero de alcance planetario.
Herbie Hancock, uno de los anfitriones de la cita en su condición de presidente del Instituto Thelonious Monk, declaró: «El incomparable trompetista Dizzy Gillespie y los queridos músicos cubanos Mario Bauzá, Machito y Chano Pozo infundieron ritmos afrocubanos al jazz estadounidense y crearon un sonido enérgico completamente nuevo que define a la música moderna. En nombre de toda la familia de los músicos de jazz, de quienes lo enseñan y de quienes lo disfrutan, deseo agradecer a los ciudadanos de La Habana y de Cuba su enorme apoyo a este estilo artístico musical genuinamente global».
Al decir esto evocó la creación de Tanga, pieza de Bauzá, interpretada por Machito y sus Afrocubanos en 1943; el encuentro de Chano y Gillespie en el Nueva York de 1947, propiciado por Bauzá; la deriva del bebop al cubop en esa misma etapa, y el surgimiento de clásicos como Manteca, Tin tin deo, y Cubana be cubana bop, que escribió George Russell pensando en Chano, y, aunque Hancock no lo mencionó, el papel de Arturo O’ Farrill, Chico, quien con sus dos suites afrocubanas, en 1950 y 1952, y obras como Suite Manteca (1954), Oro incienso y mirra, para Gillespie; y Three Afrocuban jazz moods, para Clark Terry, se consagró en su papel de gran orquestador de esa vertiente.
Sin embargo existen, al menos, otros cuatro argumentos que justifican la centralidad de La Habana en la saga del jazz.
En su libro ¡Caliente! Una historia del jazz latino, el belga Luc Delannoy subraya: «Factor de identidad cultural, la clave cubana, como frase rítmica, desembarcó en Nueva Orleans en el siglo XIX, cuando unos músicos locales, de regreso de Cuba, y unos músicos cubanos de paso por Louisiana, se pusieron a interpretar danzas habaneras que estaban de moda.
La clave se desliza después del blues y el jazz; se encuentra en diferentes formas en ciertas composiciones de Louis Armstrong, Jerry Roll Morton y W.C. Handy, que subrayan la influencia fundamental del Caribe hispanófono en el escenario musical de Nueva Orleans».
Se ha documentado el origen cubano de Manuel Pérez —nació en La Habana en 1863 y no en Estados Unidos como todavía consignan algunas semblanzas biográficas—, cornetista que hizo época en Nueva Orleans y Chicago, particularmente con la Onward Brass Band, para Armstrong lo mejor que escuchó en su etapa formativa.
También el complejo jazzístico, que incluye el blues, influyó de modo decisivo en la evolución de la música cubana. Por un lado, el filin no se explica sin esa fecunda cercanía. La introducción de nuevos giros armónicos en el estilo filinesco, representado al más alto nivel por César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez y Marta Valdés, se debe a la asimilación del lenguaje jazzístico que les era familiar. Como tampoco debe soslayarse la adopción del formato de las bandas de jazz en las orquestas que desde la tercera década del pasado siglo hasta los años 60 sentaron cátedra en sesiones bailables y de grabación y espectáculos en la vida musical cubana: Casino de la Playa, Hermanos Castro, Hermanos Palau, Bellamar, Riverside, Tropicana (con el maestro Armando Romeu), la Banda Gigante del Benny, Bebo Valdés, Leonardo Timor y la Orquesta Cubana de Música Moderna, por citar solo algunas.
Otro argumento a tomar en cuenta pasa por los vasos comunicantes entre las llamadas jam session y la descarga cubana. La costumbre de los jazzistas de reunirse a improvisar de manera informal se corresponde con una práctica de los músicos de la Isla, que solían encontrarse al final de sus trabajos en centros nocturnos para dar rienda suelta a imágenes y sentimientos.
Por último, pero no menos importante, resultan los empeños que músicos, aficionados y promotores en la Isla han desarrollado a lo largo del tiempo no solo para mantener vivo el género sino en función de su definitiva inserción en nuestra identidad cultural. El Día Internacional del Jazz es ocasión propicia para honrar a los fundadores del Club Cubano del Jazz, de los festivales Jazz Plaza («De la Unesco a la Casa de la Cultura de Plaza de la Revolución, lugar de nacimiento del festival Jazz Plaza, en el 70 aniversario de las relaciones entre la Unesco y Cuba», reza la placa develada el miércoles en Calzada y 8), a investigadores y promotores que han hecho historia como Bobby Carcassés, Horacio Hernández y Leonardo Acosta o la siguen haciendo como José Dos Santos, Miguel Ojeda y Miriam Ramos, estos dos últimos desde la radio, a Alexis Vázquez que se le ocurrió la idea de los festivales Jojazz, a Redento Morejón que revivió La Zorra y el Cuervo y Alberto Lescay, promotor del Iris Jazz Club en Santiago de Cuba.
Comments (0)
Publicar un comentario