¿Dónde están los Salseros?
Aparecido ayer en Analitica.com de Venezuela
¿Dónde están los salseros?
Por: Alexei Guerra Sotillo
La pregunta surgió mientras manejaba en una Barquisimeto inusualmente con poco tráfico, y la voz de Héctor Lavoe entonaba “tu amor es un periódico de ayer…que nadie más, procura ya leer,,,”
Y la interrogante remite, entre otras cosas, a la música como forma de expresión artística y cultural del hombre, y a sus millones de variantes, géneros y sobre todo, a eso que se suele llamar “moda”.
Para quienes nacimos en los 70, y crecimos escuchando en las fiestas y reuniones familiares a ese enjambre de cantantes y sonoridades que conocimos como “Fania All Stars”, trabuco de soneros, intérpretes y músicos que bajo la batuta de Jonny Pacheco y Jerry Masucci logró convertir a la salsa, género musical oriundo tanto del Caribe como de los barrios latinos de Nueva York, en un fenómeno de masas y ventas, el gusto por algunos de sus máximos exponentes es, por así decirlo, una consecuencia lógica y socializadora.
Por eso, al encender el radio y recorrer el dial, el asunto se revela como un menú musical muy limitado, que discurre o bien entre variantes diversas de “música criolla”, o algunas cadencias actuales o bien retro en inglés, o una gritona voz de vallenato, o si, mucho, excesivo, abundante reggeaton.
Cierto. La música va de la mano con los tiempos, con la época, con las transformaciones sociales, económicas, culturales del mundo. Cierto, la música es también un código de diferenciación generacional, de rebeldía, y de baile.
Pero más allá de las escasísísísísímas excepciones, y pese a su masivo arrastre y penetración demográfica y en diversas edades, deviene el reggeatón en un género más de retumbes y fórmulas rítmicas repetitivas, en las cuales sujetos vestidos con gorras, cadenas, lentes oscuros, más cadenas, mueven sus manos tratando de imitar, lograr una versión “en español” (o en algo que se le parezca) de algún tema o variante de hip-hop interpretado por un negrito, de look similar, pero que está en alguna esquina urbana de Estados Unidos.
Por otra parte, la profundidad filosófica de las letras reggeatoneras, abordan temas de gran trascendencia valorativa y ontológica, y de intensa reflexión, en las cuales o bien se exploran diversos aspectos de la fisonomía femenina, o se llora, o defiende, o insulta, o busca, o celebra o alude a algún vinculo pseudoromántico y más bien sexual con una mujer, o se le pide que se menee de tal o cual forma, o se narra algún evento o circunstancia en la cual quede claro que “tu hombre soy yo”, o algo por el estilo.
La versión venezolana incluye, obviamente, en plena era del youtube, herramientas económicas y accesibles para grabar y distribuir videos, y sonidos fáciles de crear y producir, un ejército de “grupitos”, “tríos”, “duos”, con coreografías y todo, que se asumen como “cantantes de reggeatón”, con músculos forjados en gimnasios, cortes estándares y movimientos genéricos, que “intentan” balbucear alguna cosa, deseando así, ser llamados “talento local”. Viva el flow.
En todo caso, las cosas cambian, el tiempo pasa, y así, la música, sus éxitos y los artistas que dejan huella, responden así a una circunstancia, a un momento, único e irrepetible. Luego del furor setentero que desde Nueva York la Fania liderizó en América Latina y el Caribe, llegaron otras modas como el merengue en los ochenta, y ese lamentable episodio de la salsa erótica, para luego dejar el escenario musical salsero, sin propuestas de calidad, y arrastre (salvo escasas excepciones) que denotan la naturaleza de las “modas” musicales, y el interés de las Grandes corporaciones de medios y casas disqueras, por satisfacer los gustos y demandas de un público joven, en un entorno globalizado y segmentado a la vez.
De ese lote de estrellas salseras, encabezadas por Celia Cruz, Héctor Lavoe, Ismael Rivera, Benny Moré, Tito Rodríguez, Tito Puente, o Israel “Cachao” López, quienes junto a otros que ya no están en este mundo tienen de seguro a los Ángeles y a San Pedro bailando en un “ladrillito”, van quedando unos pocos, Un Blades, un Cheo Feliciano, un Ismael Miranda, un Willie Colón, muchos retirados, o ya viejos, recordando glorias pasadas, o no logradas del todo, y otros aún intentando mantener su impulso creativo.
Entonces…¿Dónde están los salseros? La pregunta queda guindada en el calor de un mediodía de Agosto, y se cuela en los discos de vinil guardados en algún rincón de la casa o la memoria, en los cd´s, o en los archivos de audio o mp3, que circulan en el territorio internáutico, con los temas y canciones de los grandes salseros, cantantes e intérpretes de ese género tropical, caribeño y urbano llamado salsa.
A veces la nostalgia es nuestro único refugio.
¿Dónde están los salseros?
Por: Alexei Guerra Sotillo
La pregunta surgió mientras manejaba en una Barquisimeto inusualmente con poco tráfico, y la voz de Héctor Lavoe entonaba “tu amor es un periódico de ayer…que nadie más, procura ya leer,,,”
Y la interrogante remite, entre otras cosas, a la música como forma de expresión artística y cultural del hombre, y a sus millones de variantes, géneros y sobre todo, a eso que se suele llamar “moda”.
Para quienes nacimos en los 70, y crecimos escuchando en las fiestas y reuniones familiares a ese enjambre de cantantes y sonoridades que conocimos como “Fania All Stars”, trabuco de soneros, intérpretes y músicos que bajo la batuta de Jonny Pacheco y Jerry Masucci logró convertir a la salsa, género musical oriundo tanto del Caribe como de los barrios latinos de Nueva York, en un fenómeno de masas y ventas, el gusto por algunos de sus máximos exponentes es, por así decirlo, una consecuencia lógica y socializadora.
Por eso, al encender el radio y recorrer el dial, el asunto se revela como un menú musical muy limitado, que discurre o bien entre variantes diversas de “música criolla”, o algunas cadencias actuales o bien retro en inglés, o una gritona voz de vallenato, o si, mucho, excesivo, abundante reggeaton.
Cierto. La música va de la mano con los tiempos, con la época, con las transformaciones sociales, económicas, culturales del mundo. Cierto, la música es también un código de diferenciación generacional, de rebeldía, y de baile.
Pero más allá de las escasísísísísímas excepciones, y pese a su masivo arrastre y penetración demográfica y en diversas edades, deviene el reggeatón en un género más de retumbes y fórmulas rítmicas repetitivas, en las cuales sujetos vestidos con gorras, cadenas, lentes oscuros, más cadenas, mueven sus manos tratando de imitar, lograr una versión “en español” (o en algo que se le parezca) de algún tema o variante de hip-hop interpretado por un negrito, de look similar, pero que está en alguna esquina urbana de Estados Unidos.
Por otra parte, la profundidad filosófica de las letras reggeatoneras, abordan temas de gran trascendencia valorativa y ontológica, y de intensa reflexión, en las cuales o bien se exploran diversos aspectos de la fisonomía femenina, o se llora, o defiende, o insulta, o busca, o celebra o alude a algún vinculo pseudoromántico y más bien sexual con una mujer, o se le pide que se menee de tal o cual forma, o se narra algún evento o circunstancia en la cual quede claro que “tu hombre soy yo”, o algo por el estilo.
La versión venezolana incluye, obviamente, en plena era del youtube, herramientas económicas y accesibles para grabar y distribuir videos, y sonidos fáciles de crear y producir, un ejército de “grupitos”, “tríos”, “duos”, con coreografías y todo, que se asumen como “cantantes de reggeatón”, con músculos forjados en gimnasios, cortes estándares y movimientos genéricos, que “intentan” balbucear alguna cosa, deseando así, ser llamados “talento local”. Viva el flow.
En todo caso, las cosas cambian, el tiempo pasa, y así, la música, sus éxitos y los artistas que dejan huella, responden así a una circunstancia, a un momento, único e irrepetible. Luego del furor setentero que desde Nueva York la Fania liderizó en América Latina y el Caribe, llegaron otras modas como el merengue en los ochenta, y ese lamentable episodio de la salsa erótica, para luego dejar el escenario musical salsero, sin propuestas de calidad, y arrastre (salvo escasas excepciones) que denotan la naturaleza de las “modas” musicales, y el interés de las Grandes corporaciones de medios y casas disqueras, por satisfacer los gustos y demandas de un público joven, en un entorno globalizado y segmentado a la vez.
De ese lote de estrellas salseras, encabezadas por Celia Cruz, Héctor Lavoe, Ismael Rivera, Benny Moré, Tito Rodríguez, Tito Puente, o Israel “Cachao” López, quienes junto a otros que ya no están en este mundo tienen de seguro a los Ángeles y a San Pedro bailando en un “ladrillito”, van quedando unos pocos, Un Blades, un Cheo Feliciano, un Ismael Miranda, un Willie Colón, muchos retirados, o ya viejos, recordando glorias pasadas, o no logradas del todo, y otros aún intentando mantener su impulso creativo.
Entonces…¿Dónde están los salseros? La pregunta queda guindada en el calor de un mediodía de Agosto, y se cuela en los discos de vinil guardados en algún rincón de la casa o la memoria, en los cd´s, o en los archivos de audio o mp3, que circulan en el territorio internáutico, con los temas y canciones de los grandes salseros, cantantes e intérpretes de ese género tropical, caribeño y urbano llamado salsa.
A veces la nostalgia es nuestro único refugio.
Comments (0)
Publicar un comentario