Un día para el jazz cubano
Fuente: Granma, Cuba. Por: Pedro de la Hoz
La celebración entre nosotros del Día Internacional del Jazz no debe pasar inadvertida. Cinco razones, por lo pronto, se me ocurren para que se tenga en cuenta.
Una: la presencia consustancial de ese complejo musical en la identidad cultural cubana.
Dos: los aportes históricos de nuestros maestros al enriquecimiento de los códigos jazzísticos en todas partes.
Tres: la formación y práctica académica que involucra a sucesivas generaciones.
Cuatro: la creciente cultura jazzística de un significativo sector del público.
Cinco: el encauzamiento de un gesto solidario hacia otros colegas del mundo, particularmente con los sudafricanos, impedidos de ser, como lo fue Cuba en 2018, sede principal de los actos convocados por la Unesco y el Instituto Herbie Hancock, cancelados debido a la pandemia.
Chucho Valdés estuvo entre los primeros en pronunciarse artísticamente desde el forzado y necesario confinamiento.
En una primera entrega –no la única-, a piano solo, versionó el segundo movimiento del Concierto para guitarra y orquesta, de Joaquín Rodrigo, como para recordarnos cuando en el lejano otoño de 1978, en el teatro Karl Marx, en alianza con Leo Brouwer, materializó uno de los memorables registros de Irakere: tras Aranjuez, una inmensa cuota de cubanía, Con poco coco, de Bebo.
A propósito de Chucho, lancé la idea de que un hermoso homenaje por el Día Internacional del Jazz podría consistir en estimular versiones de un clásico de nuestro compositor y pianista, Mambo influenciado, y de otra de las piezas que se halla en el origen mismo de la movida jazzística cubana, Blen blen, de Chano Pozo. No tiene por qué ser de ahora para ahorita la iniciativa; es solo una pauta para desarrollar a propósito de la jornada.
En los primeros momentos, al menos recibí dos reportes: el periodista y guionista José Dos Santos, cuyo compromiso con la promoción del género resulta admirable, reprodujo el mensaje en su página D’Cubajazz; y desde Italia, la notable compositora cubana Ailem Carvajal rescató el testimonio audiovisual de una versión de la obra interpretada por el propio Chucho al frente de un septeto en el que figuraban, entre otros, el percusionista puertorriqueño Giovani Hidalgo y el trompetista brasileño Claudio Roditi.
Si llamé la atención sobre Blen blen es porque antes de que Chano Pozo indujera a Dizzy Gillespie a montar Manteca, en 1947, había intuido la senda del jazz con acento cubano en obras como la mencionada.
Una grabación de 1941, a cargo de la orquesta del Hotel Nacional, bajo la dirección de Orlando Estivil y en la voz de un juvenil Tito Gómez, da la medida de que Chano se hallaba a las puertas del jazz, por no hablar de la mucho más elaborada que tuvo a Miguelito Valdés como protagonista.
Ese filón fue advertido por Edesio Alejandro, con plena comprensión de la fusión del jazz, el rock y la música popular cubana, en una ofrenda que califica entre las mejores de su larga y pródiga cosecha.
En las transmisiones que el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano de la Música promueven por las redes sociales y el canal Clave a las 4:30 p.m. entre semana, el jazz ha asomado.
Entre los recitales que pude ver y escuchar, destacaría el del pianista Alejandro Falcón y el quenista argentino aplatanado Rodrigo Sosa.
¿Será mucho pedir que, en torno al Día Internacional del Jazz, propuestas como estas se hagan sentir con mayor intensidad?
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