Piano y Salsa: la clave incomparable de Papo Lucca
Fuente: La Perla del Sur, Puerto Rico. Por: Waldo Covas Quevedo
Sin completar su escuela superior ni obtener un título universitario, los mejores músicos de Puerto Rico lo llaman El Maestro: el punto de referencia para géneros como la Salsa y el Jazz.
Incluso, estrellas de renombre internacional califican a este portento de cinco pies y cuatro pulgadas de estatura como el mejor pianista del mundo; un gigante aun más grande que sus homólogos Charlie y Eddie Palmieri.
Pero Enrique Arsenio Lucca Quiñones prefiere desoir los halagos. En su lugar, antepone a la música, a Ponce, a Puerto Rico, a toda la comunidad hispana, y llama a los Palmieri sus ídolos de infancia.
Papo Lucca -el célebre heredero de don Enrique “Quique” Lucca y su legendaria Sonora Ponceña- es así y seguirá siendo así, aunque esta semana, el 10 de abril, cumpla los 73 años de edad y en el 2019 celebre 58 años como integrante de la emblemática orquesta puertorriqueña.
Después de todo, nada más le apasiona tanto como este oficio.
Por eso, aceptó el reto de sustituir a su progenitor frente a La Sonora cuando don Quique falleció en octubre de 2016, a la edad de 103 años. De igual modo, por eso rechazó los consejos de su padre y optó tan temprano como a los 11 años de edad dedicar su alma, conciencia y talentos a la música.
Como bien recuerda, don Quique -aquel guitarrista y porteador público yaucano que por años transitó entre el barrio La Playa y el casco urbano ponceño- quería que Papo se convirtiera en ingeniero, porque “la música no era medio para vivir”.
Pero su verdadera vocación y el destino le dieron la razón. Ambas fuerzas lo condujeron por otro derrotero. Un sendero que llevó sus manos hasta un piano y de allí, hasta las inmortales gestas de Las Estrellas de la Fannia.
La cuna
Todo comenzó en el seno del hogar, en la calle Miramar de Ponce, donde creció luego de mudarse de la intersección de la Victoria y Venus, donde don Quique copiaba los temas de La Sonora Matancera de Cuba, bajo los arreglos del trompetista Carmelo Rivera, integrante del segundo conjunto de Rafael Cortijo.
El menor de los Lucca fue matriculado para estudiar en la Escuela Libre de Música de Ponce, donde cursó solfeo, clarinete, saxofón y teoría musical. Ante la ausencia de un instructor de piano, tomó clases privadas desde los ocho hasta los 16 años de edad con el pianista Ramón Fernández y, tiempo despúes, en el Conservatorio de Música de Puerto Rico.
“El que me construyó a mí fue Ramón Fernández”, afirmó humildemente, tras reconocer al autor yaucano Amaury Veray, a la Orquesta de Arturo Somohano y a la Sinfónica de Puerto Rico como algunas de sus influencias puertorriqueñas. “Mi fuerte es la música popular”.
Para aquellos años, añadió, dedicaba cerca de ocho horas diarias a la práctica del instrumento, las que ya ha reducido a un par, lo que atribuyó a su edad.
Y sobre las influencias que marcaron su estilo en el género de Jazz apuntó a otros ídolos como Oscar Peterson, Macoy Tyner y Chick Corea, a quienes conoció mediante un tocadiscos estéreo y una colección de acetatos de larga duración que le vendió su maestro Miguel Besosa, cuando tenía 14 o 15 años de edad.
Sobre la inclusión del tema de Pablo Milanés “De que callada manera”, mencionó que siempre fue seguidor del autor cubano y otros como Adalberto y su Son, al igual que de los ponceños Francisco Alvarado y Joe Torres, y el recién difunto catañés Roberto Angleró, en materia de nueva trova antillana.
Más a la pregunta de si alguna vez consideró otra ocupación, sin vacilación subrayó “todavía creo que se puede vivir de la música”.
Y para muestra, su vida. Papo Lucca se integró a Las Estrellas de la Fania a temprana edad, cuando este sello disquero adquirió al sello Inca bajo el cual grababa La Sonora Ponceña. Para esa década del 1970, explicó Lucca, el pianista Larry Harlow tuvo diferencias con los creadores Jerry Masucci y Johnny Pacheco, por lo que su compadre Bobby Valentín les recomendó que lo incorporaran como pianista.
Ya en el año 1976, Papo Lucca destellaba con luz propia por la coproducción junto a Louie Ramírez del disco de La Sonora Ponceña “Conquista Musical”, seguido por el exitoso álbum “Explorando”.
Su ascendencia continuó con las producciones “La Ceiba”, la que completó en el 1979 junto a la cantante Celia Cruz y La Sonora Ponceña, “Habana Jam” de La Fannia ese mismo año y su disco como solista “Latin Jazz” en el 1993.
“Yo he tenido la suerte de hasta donde he podido, vivir de la música”, reiteró quien ha visitado todos los continentes del mundo, excepto África, junto a La Fania, Willie Colón, Rubén Blades, Johnny Pacheco, Bobby Valentín, Andy Montañez, Gloria Estefan, Ismael Quintana, Adalberto Santiago, Celia Cruz y muchos otros inmortales de la Salsa.
Mas con impresionante humildad rechaza ser un virtuoso de su instrumento, a pesar de que sus pares le colocan sobre el estándar de las grandes luminarias, al ser capaz de elevar la calidad musical de múltiples géneros, por encima de nombres populares que han sobresalido en un solo estilo.
Más para dar… y bailar
Al momento de la entrevista, Papo aseguró estar inmerso entre recuerdos y su música, planificando una gira internacional para conmemorar los 65 años de La Sonora Ponceña, insignia imborrable de la Salsa boricua.
Y sobre su legado en la música, tanto en la Salsa o el Jazz, agregó, “lo que hemos hecho, lo hemos hecho bien. Pudiéramos hacer más con mayor apoyo”.
Entre las anécdotas memorables de sus seis décadas de experiencias, calificó como grandioso haber compartido con “toda esa gente grande de la música”, y recordó una ocasión en la que Jerry Masucci tuvo que pagar miles de dólares para reponer las alfombras de un hotel cuando él se quedó dormido en una bañera con el grifo abierto y se inundaron, desde las escaleras hasta los ascensores.
Igualmente recordó cómo la Policía tuvo que escoltar a La Sonora Ponceña hace medio siglo, tras una presentación en Adjuntas, donde una clase graduanda exigió que la orquesta tocara gratuitamente los segmentos de otra que se ausentó a la celebración y amenazaron a la banda con lincharlos en la actividad.
Por último, afirmó que rehusa entregar su talento y composiciones musicales a las casas disqueras porque pretenden quedarse como dueñas de sus productos, como intentaron con Catalino “Tite” Curet y Alonso, y anunció que La Sonora Ponceña ya trabaja en su sexagésima producción discográfica, con la cual esperan festejar los 65 años de fundación de la orquesta y el cierre de otra memorable gira internacional.
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