24 ene 2019

El Jazz Cubano expande sus limites



Fuente: Granma, Cuba. Por: Pedro de la Hoz


Las jornadas finales de Jazz Plaza 2019 hicieron evidente la expansión de los límites en la concepción de ese complejo musical –más que género– en la Isla: los términos en que se entendía el jazz afrocubano hacia la medianía del siglo pasado, en la época de oro de Chano y Gillespie, de Bauzá y Chico, o incluso cuando Irakere y Chucho marcaron un antes y un después, han conquistado nuevos territorios en lo que va de siglo XXI.

Si Chucho, con Oscar Valdés, introdujo los tambores batá en la madeja jazzística, ahora Alejandro Falcón consigue empalmar la rumba de más puro linaje, tal como ha sido y es, con los acentos distintivos de la improvisación.

Consolidado ya como compositor y pianista de primera línea, Falcón fue al origen y llamó a Los Muñequitos de Matanzas para desarrollar un trabajo cuyos resultados iniciales mostró al público en la sala Covarrubias.

Por ahora la fusión está en camino, con momentos más plenos e integrados y otros en los que ambos discursos transcurren en paralelo, pero sin  lugar a dudas Falcón abre un camino promisorio para que rumba y jazz entrecrucen sus esencias.

Los Muñequitos de Matanzas constituyen el pilar básico del guaguancó matancero, con una proyección espectacular de canto, danza y percusión. La banda de Falcón está afilada, con el maestro Ruy López Nussa en la batería, Arnulfo Guerra en el bajo eléctrico, Edgar González Ochoa en la percusión cubana, el saxofonista Emir Santa Cruz, y los trompetistas Jesús Ricardo y Mayquel González, muy preciso en las dianas.

Al vórtice rumbero, desde sus estilos personales, se sumaron Mayito Rivera, María Victoria y Telmaris.

La idea de poner  fin a Jazz Plaza 2019 con Roberto Fonseca fue oportuna. El pianista se halla en un punto culminante de su carrera, pródigo en invención melódica y concepción rítmica. Absorbe las más diversas experiencias de su entorno para asimilarlas al torrente de su creación. De la timba al jazz, del funk al jazz, del son al jazz, del mambo al jazz, de la canción  al jazz, con el piano en el centro de la cocción.

En las alianzas que establece, Fonseca tiene una de sus fortalezas. Con Javier Zalba, notable compositor y ejecutante del saxofón, la flauta y el clarinete, se las entiende a las maravillas desde el lanzamiento del grupo Temperamento. En Yandy González encuentra un bajista de acople perfecto, mientras que confió la batería al supersónico Ruly Herrera. Para el concierto final pactó  una línea de metales en la que participaron el trompetista Roberto García y el saxofonista Carlos Miyares, un virtuoso de la percusión, Adel González, y otro del saxo, Michel Herrera.

Pero lo singular vino por la parte vocal. Las voces cubanas, título del espectáculo, desataron sus argumentos a base de un espectro de posibilidades infinitas aportadas por Bárbara Llanes en un sorprendente y emotivo vocalisse; una Haila María Mompié fidelísima a su óptica sonera; una Eme Alfonso que honra la herencia yoruba; María Victoria en el espejo de Celina González; y el toque de hip hop original de La Reina y La Real.

La perla del concierto la puso Omara Portuondo, con su irreductible manera de jugar con los tiempos y la intensidad melódica, y claro está, su carisma. Una Omara que nunca transita por la misma senda. Mujer filin, que es decir mujer jazz.   

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