El Jazz Cubano expande sus limites
Fuente: Granma, Cuba. Por: Pedro de la Hoz
Las jornadas finales de Jazz Plaza 2019 hicieron evidente la
expansión de los límites en la concepción de ese complejo musical –más que
género– en la Isla: los términos en que se entendía el jazz afrocubano hacia la
medianía del siglo pasado, en la época de oro de Chano y Gillespie, de Bauzá y
Chico, o incluso cuando Irakere y Chucho marcaron un antes y un después, han
conquistado nuevos territorios en lo que va de siglo XXI.
Si Chucho, con Oscar Valdés, introdujo los tambores batá en
la madeja jazzística, ahora Alejandro Falcón consigue empalmar la rumba de más
puro linaje, tal como ha sido y es, con los acentos distintivos de la
improvisación.
Consolidado ya como compositor y pianista de primera línea,
Falcón fue al origen y llamó a Los Muñequitos de Matanzas para desarrollar un
trabajo cuyos resultados iniciales mostró al público en la sala Covarrubias.
Por ahora la fusión está en camino, con momentos más plenos
e integrados y otros en los que ambos discursos transcurren en paralelo, pero
sin lugar a dudas Falcón abre un camino
promisorio para que rumba y jazz entrecrucen sus esencias.
Los Muñequitos de Matanzas constituyen el pilar básico del
guaguancó matancero, con una proyección espectacular de canto, danza y
percusión. La banda de Falcón está afilada, con el maestro Ruy López Nussa en
la batería, Arnulfo Guerra en el bajo eléctrico, Edgar González Ochoa en la
percusión cubana, el saxofonista Emir Santa Cruz, y los trompetistas Jesús
Ricardo y Mayquel González, muy preciso en las dianas.
Al vórtice rumbero, desde sus estilos personales, se sumaron
Mayito Rivera, María Victoria y Telmaris.
La idea de poner fin
a Jazz Plaza 2019 con Roberto Fonseca fue oportuna. El pianista se halla en un
punto culminante de su carrera, pródigo en invención melódica y concepción
rítmica. Absorbe las más diversas experiencias de su entorno para asimilarlas
al torrente de su creación. De la timba al jazz, del funk al jazz, del son al
jazz, del mambo al jazz, de la canción
al jazz, con el piano en el centro de la cocción.
En las alianzas que establece, Fonseca tiene una de sus
fortalezas. Con Javier Zalba, notable compositor y ejecutante del saxofón, la
flauta y el clarinete, se las entiende a las maravillas desde el lanzamiento
del grupo Temperamento. En Yandy González encuentra un bajista de acople
perfecto, mientras que confió la batería al supersónico Ruly Herrera. Para el
concierto final pactó una línea de
metales en la que participaron el trompetista Roberto García y el saxofonista
Carlos Miyares, un virtuoso de la percusión, Adel González, y otro del saxo,
Michel Herrera.
Pero lo singular vino por la parte vocal. Las voces cubanas,
título del espectáculo, desataron sus argumentos a base de un espectro de
posibilidades infinitas aportadas por Bárbara Llanes en un sorprendente y
emotivo vocalisse; una Haila María Mompié fidelísima a su óptica sonera; una
Eme Alfonso que honra la herencia yoruba; María Victoria en el espejo de Celina
González; y el toque de hip hop original de La Reina y La Real.
La perla del concierto la puso Omara Portuondo, con su
irreductible manera de jugar con los tiempos y la intensidad melódica, y claro
está, su carisma. Una Omara que nunca transita por la misma senda. Mujer filin,
que es decir mujer jazz.
Comments (0)
Publicar un comentario