19 jun 2017

Omara Portuondo viene a Lima



Fuente: La República, Perú. Por: Renzo Gómez

Tesoro de la música cubana, novia del feeling y diva del mítico Buena Vista Social Club, Omara Portuondo conversó con Domingo sobre su concierto en Lima el 15 de julio. Su principal certeza camino a los noventa: “hacer lo que a una le provoque”. En su caso, musicalizar la vida.
   
Omara Portuondo no habla, susurra.

En el privilegiado reino de las voces cubanas, el sonido que brota de su garganta dista del huracán Celia Cruz, el volcán Olga Guillot o los gemidos de La Lupe.

La voz de Omara toca, revuelve y agrieta como ellas, pero acaricia. Es una brisa que inquieta.

Bésame, bésame mucho
como si fuera esta noche
la última vez...

Canta Omara desde La Habana, dejando en claro que los siguientes quince minutos no serán una entrevista sino más bien una conversación cantada.

Este lunes nublado no puede ser más cálido. Pregunta Omara por el clima con insistencia. Lima le suena a Chabuca Granda y a cielos que no lloran. Pero no mucho más.

Los recuerdos se enredan en un cuerpo de 86 años que sube y baja de aviones como si se tratara de autobuses.

La cubana nos visitó en febrero de 1972 en el Festival de la Canción de Agua Dulce. Constancia de ello es 'Cuento para un niño', tema que grabara para un elepé del evento junto a Los compadres, Isabel Parra y Perú Negro.

Omara no era Omara por aquellos días, aunque ya había sido bailarina de Tropicana, 'Mulata de fuego', corista de Nat King Cole y una de las voces del Cuarteto D'Aida.

El bloqueo de la isla ocultó brillantes. Y Omara, castrista miliciana, fue uno de ellos.

Resonó en las orejas del mundo cerca a los setenta, 25 años después, cuando un productor 'gringo' (Ry Cooder) grabó un álbum inspirado en un viejo club social de La Habana.

A diferencia del vocalista Ibrahim Ferrer que lustraba zapatos, o Rubén González, un pianista que sufría de artrosis y luego de Alzheimer, Omara Portuondo no salió del retiro.

La anécdota cuenta –sin una pizca de aderezo– que Omara se encontraba grabando un disco, cuando en el mismo estudio del EGREM coincidió con Compay Segundo y su séquito.

La casualidad hizo su parte: le pidieron que entonara 'Veinte años', el bolero con el que sus padres –un santiaguero hijo de esclava y una habanera hija de españoles– pronosticaron su gloria musical en su niñez.

Omara tocó fibras con su susurro, y comenzó el inusual tour de la fama en la curva descendente de la vida.

El mes pasado se cumplió el primer año del adiós definitivo de Buena Vista Social Club. Un adiós que tardó tres años, y cruzó continentes.

El tiempo y el espacio de nosotros muchas veces lo dictan quienes no cantan en los discos. Lo que nosotros deseamos pasa a un segundo plano. Eso fue lindo. Ojalá siga divirtiéndole al planeta entero.


- Si hubiera sido por usted, ¿habría continuado?
- Por supuesto.

- Hace unas semanas, precisamente, se estrenó la secuela de 'Buena Vista Social Club'. ¿Ya fue a verla?
- ¿Ah, sí? Ni enterada. Eso le corresponde a los señores que por esa vía ganan un dinero que no nos llega a nosotros. Pero descuide: si me llega algo le aviso.

Ocurrente incluso en el reclamo. Así es Omara. Si alguna pregunta le incomoda, le sobreviene una pícara sordera o, en todo caso, hace gala de su cubanía.

- ¿En dónde se siente tan cómoda y libre como en un escenario?
- Ahora mismo que estoy recostada en mi cama (risas).

- ¿Es cierto que vive sola?
- ¿Usted no querrá acompañarme? (risas).

Solo queda reír del otro lado.

Lo que le queda por vivir
Compay Segundo acostumbraba bromear con el secreto de su longevidad. Fallecido a los 95 años en el 2003, el intérprete de 'Chan Chan' decía que su truco consistía en comer la mitad de su almuerzo para conservar las ganas de completar su ración al día siguiente. El discurso se repetía con una variante: ron o mujeres por comida.

Omara tiene su teoría.

- Hacer lo que a una le provoque. Mi mayor ejercicio es viajar y seguir cantando. La música es como el amor: si sale bien, adelante. Si sale mal, pa' fuera. Pa' la calle. Historia.

- ¿Qué le provoca ahora?
- Estar con ustedes y cantarles.

Provocadora y vital, Omara. Su calendario es el de una treintañera en apogeo.
Acaba de estrenar duetos con Julio Iglesias en su última producción México & Amigos y con Natalia Lafourcade en Musa. La versión de 'Tú me acostumbraste' con la mexicana estremece.
Estremece tanto que Lafourcade la besa, primero, en el cachete y luego en la frente al final del videoclip.

En mayo una fundación mexicana le entregó un Doctor Honoris Causa. En abril la nombraron hija ilustre de Holguín y, además, participó en la sexta edición del Día Mundial del Jazz, acompañada del virtuosismo del pianista 'Chucho' Valdés.


Hace dos años, 'Onur' (Halit Ergenc), el pelado galán de las telenovelas turcas, bailó 'Candela' con Omara durante un show, en clara demostración de entusiasmo.
El año pasado se marchó de gira con Diego el Cigala. Hace una semana llenó un festival en la Gran Canaria. En estos días calibra los últimos ajustes de Omara siempre, su producción más reciente.

Dependerá del público. La música no se impone. Ella sola camina y revolotea. Es una cosa que corresponde a la naturaleza.

- ¿Qué le resulta tan fatal como no cantar?
- No me hables de eso, por favor. La música es en mí cielo, tierra, mar y sol... alegría y razón (canta).

- ¿Se siente ya una inmortal?
- Me siento una niñita (risas). Quizá yo tenga esa dicha de que la gente me recuerde cuando pasen los años. Adonde voy se emocionan con 'Bésame mucho' y 'Guantanamera'.

- ¿Qué pendientes le tiene la vida todavía?
- Nunca aprendí a tocar piano. Tampoco a pintar. Pero soy muy feliz con lo que me tocó. Nunca me ha faltado el amor ni la música. El arroz con leche más sabroso (risas).

Desde una torre de El Vedado frente al malecón y un mar turquesa, Omara Portuondo rememora los años duros de la infancia. Las galletas con agua y azúcar prieta que le fiaba el bodeguero, la ropa remendada, el piano que no llegó en ninguna Navidad.

- ¿A quién ve cuando se mira en el espejo, Omara?
- A mis paños (turbantes). Soy todo colores, como mi hermoso país.

El susurro se aleja. Nos visitará en un mes. A disfrutar lo que nos quede por vivir.

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