La muerte de Fidel Castro (III)
Compay Segundo con Fidel Castro en el año 2002
Por Eduardo Livia Daza
Hace un mes tuve la oportunidad de estar por vez primera en
Cuba. No solo fue La Habana, sino también Santa Clara. No fue solo música, sino
también intentar ser testigo cotidiano de la capital. No fueron la arena y las
playas de Varadero, sino fue recorrer a pie Habana Vieja; caminar ida y vuelta
desde Plaza de la Revolución a Radio Progreso, conversar no solo con el taxista
de la puerta del hotel sino con quien hace taxi o colectivo según lo que
convenga manejando su carro de 1953.
Regresar de Miramar a Centro Habana en colectivo, sentarse
en el Malecón por la tarde y caminarlo solo un poquito en la noche. Llamar
larga distancia desde teléfonos públicos igualitos a los que teníamos en la
Lima de los 80s (esos que funcionaban con Rin) y navegar fugazmente una hora
diaria en internet, esperando que el punto de WiFi no se pusiera lento.
Disfrutar del “Chewi” Hernández (saxofonista muy conocido
por su estadía con NG La Banda) y su grupo en Jazz Café, lo mismo visitar el Cristo
de La Habana que el Mausoleo del Che Guevara en Santa Clara, pasear en el
Callejón de Hamel en Centro Habana como estar en los estudios y las tiendas Egrem. Y por
supuesto, esa tarde significativa en Radio Progreso, tan llena de historia
musical y cuyos guiones de sus programas se siguen haciendo con máquina de
escribir.
Todos esos (y más) episodios que hace exactamente un mes nos
tocó vivir, han tomado mi mente de nuevo desde que la noticia del día tomó el
protagonismo mundial: la muerte de Fidel Castro, el abogado, el líder de la
Revolución, el dictador que desde 1959 cambió la historia de Cuba.
Esos días, un mes atrás, caminamos y compartimos algo de la calle
habanera y es por eso que me permito opinar de lo que sentí esos días. Una
ciudad con mucha historia pero que sentí muy deteriorada en calidad de
servicios en las zonas más populares. Una mañana se fue la luz y el agua en la
manzana donde se encontraba nuestro hospedaje. Un pueblo muy extrovertido pero
también con mucho deseo porque su condición mejore, escépticos aún de que esa “apertura
diplomática” con Estados Unidos signifique mejora alguna para ellos a corto
plazo.
La seguridad para caminar de día y de noche por cualquier
calle de la ciudad, sin peligro de que te roben fue una sensación feliz. El
tema de las comunicaciones (al menos para mí que tengo un blog) y aunque lo
sabía con anticipación, también me sorprendió, pero negativamente. Televisión y
prensa escrita “monocordes” y turistas que deben (debíamos) pagar el
equivalente a dos euros por una hora de internet, solo en algunos puntos de la
ciudad. ¿Es bueno eso? ¿Es todo culpa del “bloqueo”? Yo pienso que no.
Seguridad ciudadana, salud, apoyo a las ciencias y al
deporte pero también precariedad económica e intolerancia ante quienes piensan
distinto. Familias divididas por 90 millas y más.
El impacto de Castro y su Revolución alcanzó a todas las
esferas y manifestaciones de la sociedad cubana. La música no fue la excepción
y nombres estelares de la música bailable tomaron partido por “ambos bandos”. Celia
Cruz, Rolando La Serie, Olga Guillot, Chico O’Farrill, Cachao, La Sonora
Matancera fueron algunos de los nombres grandes que se fueron de la isla. Lo mismo
el gran Bebo Valdés mas no su hijo Chucho, quien se quedó en Cuba para
convertirse años después en el genio creador de Irakere.
Beny Moré, Joseíto Fernández y su “Guantanamera”, Celina y
Reutilio, la Aragón y Los Compadres fueron solo algunos de los nombres famosos
que decidieron quedarse tras el ingreso de la Revolución.
Con la imagen de Beny Moré, en la entrada a los estudios de Radio Progreso en La Habana
Con la imagen de Beny Moré, en la entrada a los estudios de Radio Progreso en La Habana
El nuevo gobierno de 1959 definió una política cultural que
años más tarde impulsó la llamada “Nueva Trova”, donde la letra prevalecía
sobre el ritmo. A pesar de no contar con el protagonismo de los 40s o 50s, “el
Son no se fue de Cuba”. Los músicos jóvenes tuvieron “la libertad” de
experimentar con sonoridades e instrumentaciones modernas y así una nueva
generación se dio maña para hacerse escuchar, siendo tal vez los más
reconocidos (pero no los únicos) Juan Formell (70s), Adalberto Alvarez (80s) y
José Luis Cortés (90s).
En la otra orilla, creo que sin la Revolución de Castro otro
habría sido el devenir del nacimiento en New York de la llamada Salsa, impulsada
por músicos de New York, Puerto Rico y también dominicanos y los cubanos recién
llegados. Y es que hasta 1959 la música cubana se distribuía fluidamente en los
Estados Unidos y América Latina. No sólo eso; los discos que llegaban de la
isla más grande del Caribe eran fuente de donde bebían los músicos jóvenes de
la época, quienes en todo el continente escuchaban y aprendían. Así se nutrían desde
el mambo de New York, hasta la incipiente cumbia peruana.
El silencio abrupto que se originó al entrar el nuevo
gobierno fue cubierto desde New York (y también Puerto Rico) por la Salsa, con
sus virtudes y mezquindades (los famosos “Derechos Reservados” para las nuevas versiones
de viejos temas) creando un estilo y mensaje propios, surgidos del barrio
latino de fines de los 60s y con un toque del jazz norteamericano. Entonces, es
tan exagerado decir que “el Son se fue de Cuba” como afirmar que “la Salsa solo
es la misma música cubana”.
El rechazo hacia Castro y su dictadura por parte de los
cubanos exiliados, principalmente en la Florida, se hizo sentir muy fuerte.
Cantantes como Oscar D’León y Andy Montañez lo saben muy bien.
Del otro lado, el gobierno en la isla no solo borró de los
libros y referencias musicales a los artistas abiertamente antagónicos al
régimen sino que incluso actuaron hostilmente contra ellos en situaciones
especiales (como cuando negaron que Celia Cruz asistiera a las honras fúnebres
de su madre).
Un párrafo aparte merece el tema de Celia y Fidel. En
plena efervescencia por el triunfo de la Revolución, la Sonora Matancera tocó
en Radio Cadena Habana el tema “Guajiro llegó tu día” cantado por Celia Cruz y
cuya letra ensalzaba expresamente al nuevo gobernante y a la Reforma Agraria.
Tiempo después Celia y la Sonora decidieron abandonar el país y desde entonces ella
fue una férrea opositora a Castro. Incluso recuerdo aquella vez en que “La
Guarachera” pidió a los Presidentes, durante el show de la cumbre de Las
Américas en Miami en 1994, que no ayudaran a Castro: “Señores presidentes por
favor, en nombre de mis compatriotas, no ayuden más a Fidel Castro para que se
vaya y me deje una Cuba libre del comunismo, muchas gracias”.
En los últimos veinte años, lo más destacado en la música
bailable cubana ha sido el fenómeno Buena Vista Social Club (con veteranos que
también se quedaron como Compay Segundo, Omara, Rubén Gonzalez, entre otros), la
timba y rap cubanos (a cargo de jóvenes con letras más desenfadadas y ritmos
frescos). Te pueden gustar o no pero son muestra de que el talento musical
cubano no se agota, con Fidel o sin él.
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