24 may 2016

Descarga en el Barrio: Salsa de Familia


Una nueva crónica sobre la Descarga en el Barrio, el "cón-clave" salsero del Perú



Fuente: Diario El Peruano. Por: José Vadillo Vila

Al final de esta historia, alguien perderá los zapatos. Es sábado por la noche y la cuadra 1 del jirón Cervantes, en el Cercado de Lima, a tiro de piedra de la avenida Brasil, está movida: se anuncian tres “quinos” (quinceañeros) al hilo, y un sujeto se me acerca, “¿Habla, ‘descarga’?”.

En el local de la Asociación de Trabajadores del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, María Rivera, nerviosa, muestra al agente de seguridad el contenido de su bolsa: se asoma un par de zapatos chatos. La noche será larga en la pista de baile y mejor prever futuros problemas de riñones. María viene con un amigo desde San Martín de Porres. Es su primera descarga. Y no oculta su emoción. Emoción salsera.

Pero otra pareja ya ocupa la primera mesa libre y se lanza al ruedo cuando el boricua Ismael Miranda empieza feliz a cantar “Para componer un son”. Giovana Díaz y Miguel Anicama vienen desde Santa Beatriz a debutar en la Descarga. Luego, se les unirán sus hijos, Jahir y Joel, quienes juran que les deben a sus padres amar la salsa sobre todos los géneros musicales. Adoran la Descarga por ese ambiente familiar. Estar aquí es como tonear en la sala de tu casa.

“Yo bailo solo salsa dura”, me advierte Carlos Bocanegra, otro caserito de la Descarga. Viste una camisa árabe, pantalón azulado y zapatos bien lustrados. Elegante, no se sienta y solo bebe agua mientras espera a sus amigas, con las que bailará hasta la una de la madrugada, hora en la que él parte indefectiblemente. Carlos fue empleado bancario y ahora que es jubilado tiene más tiempo para escuchar sus 2,000 discos compactos y LP de salsa. A Carlos le gusta el baile elegante, no el alharacoso.

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El centro de gravedad de la Descarga en el barrio son dos tornamesas que en estéreo regalan melodías al respetable. Para los paganos reunidos esta noche, el entarimado se convertirá en una suerte de oratorio, donde se suceden los más de 70 álbumes que han traído los hermanos Córdova.

Los elepés son en este universo los amos y señores de la noche. Están prohibidos los CD, los comprimidos formatos MP3. “El elepé es como si la orquesta estuviera en tu casa”, es la máxima que los Córdova han aprendido de su madre, doña Antonia, que tiene oído fino y sabe de las bondades del sonido análogo. Omar Córdova extrae con amor los elepés de sus empaques y los limpia con una franela antes de ponerlos a girar en el tornamesas.

Desde hace 19 años, Omar, sus tres hermanas y su madre dan vida a la Descarga en el barrio. Y desde ese génesis, ya han pasado más de 90 ediciones.

Todo se lo deben a su padre, Néstor, coleccionista de discos que, seguro, disfruta con Yemayá y San Pedro de las descargas que monta su descendencia. En total, sobrepasan los más de 2,000 elepés que los Córdova salvaguardan. Y la cifra sigue creciendo, aseguran.

“Tocar los LP es una experiencia física, emocional, que no se negocia”, dicen Ivonne, Jessica y Omar. Este último no se define como un DJ ni pinchadiscos. No combina canciones. No. Aquí se respeta de la primera a la última nota que grabaron las estrellas de la salsa brava. “Ellos [el público] ponen la música”, dicen con humildad.

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Oiga, la democracia existe y está en la Descarga en el barrio. “Es la comunidad soñada”, dicen los organizadores. Aquí no se separan mesas, el precio es único, sin la huachafería del VIP o la zona platinum. Bailan y toman sus chelas pitucos y misios, solitarios, parejas y familias, famosos y anónimos. Por igual se divierten los que dominan el baile y los que se contentan moviendo el torso.

Los Córdova sacan pecho porque la Descarga es un lugar tranquilo y aquí la salsa no es sinónimo de arrabal ni delincuencia. Es su magia. Al violento se le invita a salir y queda vetado para las siguientes reuniones. “Descarga es una fiesta con toda la tranquilidad. Los mejores discos de salsa que no se escuchan en las radios están aquí”.

Ian Rodríguez, entre otras cosas, es coleccionista de discos e inoculó a su esposa Sol Zapata el amor por la salsa dura. Esta noche, los dos llevan estampados en sus polos los nombres de los ídolos cuyo talento se alabará en esta edición: ‘El malo’ Willie Colón y Rubén Blades.

Aquí decir salsa es decir familia. Y tal vez ahí esté el secreto de este espectáculo. Es la apuesta por que la salsa se escuche en otros lugares, fuera del Callao, de Surquillo, de…

Los Córdova tienen 20,000 seguidores y no les interesa aumentar el número exponencialmente ni publicitarse en las calles. Prefieren conocer a los nuevos, que son amigos de amigos, otros amantes de la salsa, “gente que tenga el mismo sentimiento que nosotros”.

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Víctor Chenko se apropia de la pista, domina la salsa como la tabla del 1. Ha llegado esta noche con sus alumnos; para él, el mejor repertorio de salsa se vive acá. La francesa Delphine aprendió en su tierra la salsa, pero le encanta cómo bailan los peruanos. En cambio, Leonardo Cedeño, venezolano, dice que los peruanos bailan de una forma en grupo y de manera distinta en pareja. Es su primera Descarga y le encanta porque está todo el repertorio que ha escuchado desde mocoso. Niñez, familia, conexión son palabras claves para la salsa de la Descarga.

Y la noche va terminando. No se escuchan los gallos, pero sabemos que el reloj ya marca las cinco de la mañana cuando el tocadiscos lanza “Se acabó lo que se daba”, del gran Poncho Sánchez. El inmortal Ismael Rivera, vía elepé, tiene el privilegio de cerrar la noche con “Mi negrita me espera”. Es momento de abrazarse, de despedirse hasta la próxima Descarga, familia, que llegará en unas semanas. Y cuando una dama coge sus zapatos altos, descubre que ha perdido el taco. Y ya no importa. Nadie le quita lo bailao. La noche ha terminado. Apago el tornamesa.

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