Liquidación en Discos Viera: "No ven el valor sentimental"
Fuente: Noticel. Por: Gabriela Saker
Jesús Nieves afina un cuatro. Escucha con detenimiento cada una de las cuerdas, las pone a vibrar levemente y tuerce las clavijas y las vuelve a escuchar. Está parado en el lateral izquierdo de “la catedral de la música”, rodeado por cientos de discos de salsa, de rumba, de merengue, de conciertos de filarmónicas, de nueva trova, de boleros.
“Estaba viendo la televisión ahí y dijeron que iban a bajar las cosas de precio y dije ‘deja ver si consigo un cuatro pa’ usarlo en un sitio que se llama la Fondita de Jesús. Yo pernocto allá al frente”, dice Nieves, 61 años, hombre sin hogar que duerme frente a “la catedral de la música”.
El local es Viera Discos, o “la catedral de la música”, o “la casa del coleccionista”. El viernes salió a la luz pública la noticia: el local que por décadas han sostenido Rafael Viera – uno de los propulsores del “boom” de la salsa en la época de Fania Records – y su hijo Richie Viera tiene que abandonar el edificio donde ha estado anclado durante los últimos 10 años, en una esquina de la avenida Fernández Juncos.
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“Es injusto, si ese es su modus vivendi”, dice Nieves. En la fila hablan del tema. Algunos indignados por “las multinacionales” que poco a poco van ahogando los pequeños comercios locales. Otros culpando al internet y a la gente que baja la música gratis por las computadoras. Otros preguntándose a dónde irán, si se mudarán de local, qué pasará con todo lo que almacenan.
Más de cincuenta personas hacen fila frente a la caja registradora bordeando toda la periferia de la tienda. Los discos están en liquidación, 50 por ciento de descuento. Varias generaciones se congregan en la fila. Hay personas con un disco, hay otros con veinte que sostienen con dificultad entre las dos manos. “Yo nunca había visto tanta gente aquí”, dice Israel Lugo, actor.
Viera Discos guarda en sí 60 años de historia, el almacén de miles de discos de vinil, el soporte para fotos firmadas por los grandes – Héctor Lavoe, Celia Cruz –, el hogar de la maquinilla que en su momento operó Tite Curet para darle letra a sus canciones – de hecho, Tite Curet usó “la catedral de la música” como su oficina, desde ahí componía, le sacaba melodías -.
“No solo aloja música sino también un montón de historia. Era el refugio de Tite, en el edificio donde estaban antes… y la colección de discos de pasta en el otro salón, discos que no se consiguen en otras partes del mundo, hay gente que viene aquí de Colombia, de México”, prosigue Lugo, parado en una esquina, en la entrada de la tienda. Dice que se siente extraño.
Hay algo de pesadez, de aire denso, de molestia. Dice Juanita Burgos, 36 años, que se siente como un velorio. Toma con cuidado algunos discos de vinil que hay en la parte de atrás, discos de salsa en su mayoría.
“No ven el valor sentimental, ya los lugares de discos casi no existen, porque todo lo bajan por computadora. Esto tiene un valor sentimental, es la música en las manos, no en una computadora”, comenta la residente de Carolina. “Es injusto”, refuerza.
A su lado está Jimmy Vélez, 40 años, coleccionista. Dice que tiene muchos discos en su casa en Carolina. “Es la mayor distribuidora de salsa, todo se consigue aquí”, lamenta. Pide que se relocalicen en algún local abandonado de Santurce, en algún sitio que pueda albergar el tesoro cultural que alberga las paredes.
Se escucha el coro de “Buscando guayaba” de Rubén Blades. Afiches de Carlos Gardel y de Fania All Stars en las paredes. Fotos con nubes detrás, como un cielo en el techo que honra a los muertos – Cheo Feliciano, Ismael Rivera, Tite Curet Alonso, Bobby Capó -, esos nombres que viven en la música boricua.
- ¿Cuál es el precio de ese? – pregunta Jesús Nieves.
- A mitad de precio están en 45 dólares – responde Richie Viera, el dueño del local.
- ¿Cuarenta y cinco? Yo tengo 20 dólares – dice con tono sosegado - Yo soy de ahí de la Fondita de Jesús, es pa’ tocarlo ahí, en las fiestas que hagan ahí, yo voy a donarlo.
- Llévatelo, mi hermano
- Vengo ya mismo – se va rápido en busca del cuatro.
- Llevátelo – dice Viera. Lo mira alejarse. - Es un homeless de la Fondita de Jesús, yo no le puedo quitar los 20 pesos que tiene para comer – dice con firmeza.
Jesús Nieves regresa con el cuatro en una mano y los veinte dólares en la otra.
-No, no, llévatelo – Viera niega el dinero.
-Ándale con el candado – dice Nieves con los ojos abiertos como platos. – Graba eso, graba eso. Dios me los bendiga -, se va sonriendo con su cuatro.
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