Una mañana con Cheo Feliciano
Fuente: El Beisman.com
Por: Omar Torres-Kortright. Escritor y documentalista puertorriqueño; reside en Chicago. Autor de Agúzate.
No es lo mismo hablar de soneros e incluir la opinión de Cheo Feliciano, que hablar de soneros sin Cheo Feliciano. Eso lo teníamos claro. Recuerdo celebrar cuando su esposa y manager Cocó aceptó el horario de la entrevista para el documental sobre la vida de Chamaco Ramírez. Le dediqué buenas horas a la preparación, pues me aterraba la idea de meter la pata con el entrañable amigo de Tite Curet. Para mí lo más notable de Cheo Feliciano era su increíble versatilidad, reflejada en su talento como percusionista, sonero, bolerista y compositor. Para un fanático de la mata como yo, este día marcaba un antes y un después.
Recuerdo cuando entró por la puerta y sentí el frío olímpico que se asomaba durante toda la semana. Después de ponerse al día con Chamaco Jr., saludó al equipo de producción y me acerqué. Cheo extendió rápido su mano y con la otra guardó su cajetilla de cigarrillos Merit. “Es un gran placer”, le dije y él contestó “el placer es mío”. Estaba claramente sin prisa, lo cual me dio mucha tranquilidad. “Empezamos bien”, me dije a mí mismo. Fue ahí cuando le entregué el relevo: “Don Cheo, su firma en este documento nos da el permiso para usar su imagen y voz en el documental Alive and Kicking: La Historia de Chamaco Ramírez. Puede leer con calma”. En acto seguido y sin leer ni dudarlo por un momento, dio un plumazo y puso para siempre su sello de aprobación en nuestro humilde proyecto.
Había escrito una serie de preguntas para profundizar en temas generales sobre el contexto histórico del documental y su propia vida. Tenía que extraer fechas, detalles y olores de la época en 60 minutos. El plan de inicio era conversar un rato sobre los grandes soneros de las décadas de 1950, 1960 y 1970. Puerto Rico y Nueva York eran terreno fértil para las carreras de los mejores pregoneros del género. Entre los más destacados, Cheo menciona siempre a Pete “El Conde” Rodríguez e Ismael Rivera como soneros líderes de esa generación. “Nosotros éramos los que estábamos despuntando por el camino que abrieron ellos”. Sobre Chamaco dijo: “Fue uno de los soneros más destacados de todas las épocas. Lo admiraba porque se destacó en una época en que había soneros bravos… pero no estoy hablando de mí”, decía siempre riéndose con la humildad que lo caracterizaba.
Logré llevarlo a hablarme de todo un poco, pero más que un logro mío, fue él quien me regaló sus anécdotas y las líneas precisas. No había tema que le dejara indiferente. Lo mismo abordaba la emigración puertorriqueña a Nueva York, el racismo y la adicción, que asuntos de música. Lo mismo era músico que sociólogo, sin pretender serlo.
Sobre el tema del racismo Cheo Feliciano tenía mucho que decir, pues vivió en el tiempo de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. En el año 1953 los Feliciano se asentaron en la calle 31, entre Lexington y 3ra Avenida. “Fuimos la única gente de color (y aparte de eso hispana) viviendo en una comunidad irlandesa. Desde el principio notamos el rechazo y la vibración de racismo y tantas cosas negativas. Si sucedía cualquier cosa en esa comunidad, era culpa de los puertorriqueños. Yo tenía 17 años y mi hermanito tenía 14. Si un bebé defecaba en uno de los pisos del edificio, decían que eran los puertorriqueños. Un día venía de la escuela y llegando a casa veo a mi papá, que era un hombre bajitito que medía cinco pies, discutiendo con dos tipos grandísimos de sobre seis pies y vi que uno de ellos empujó a mi papá. Ahí perdí la tabla y agarré una tapa de las que se usaban para la ceniza del carbón para la calefacción de los edificios y les caí arriba a los señores esos. ¡Y corrieron, los cobardes corrieron! (risas) Llamaron a la policía y tuvimos la suerte de que el policía que mandaron era negro americano. ‘No se preocupen que aquí no hay nada que discutir. Nuestro consejo es que se muden de aquí. Váyanse arriba en Manhattan, donde están los latinos porque sabemos de los problemas que hay aquí’. Y ahí terminó todo. Nos fuimos a la 110 cuando mi tío nos consiguió un apartamento allá. Ese prejuicio, ese racismo, lo vivimos muchos de nosotros” —afirmó Cheo.
Se presentaba la oportunidad de cambiar el tema y estaba convencido de que sería tapar el cielo con la mano hablar de figuras como Cheo Feliciano, Ismael Rivera, Héctor Lavoe o Chamaco Ramírez sin entender mejor el problema de las drogas y la manera en que afectó, en diferente grado, a tantos soneros de ese tiempo. Me preguntaba si estaría dispuesto a entrar en esos temas conmigo. Recuerdo que traté de justificar la pregunta de mil maneras antes de hacerla porque lo menos que quería era romper la dinámica positiva.
Entonces, con una seguridad envidiable, contestó sin mostrar incomodidad alguna con el tema. “La época negativa y dolorosa de las drogas surge en un momento en que nadie, ni los que fuimos víctimas, ni el público general sabía mucho. Era la época del Palladium… de los salones. Era la época del Mambo. El cantante, los grupos y la modalidad atraen todo tipo de fanáticos y admiradores, incluyendo los pioneros de la distribución de la droga. Llegaban hipócritas que se hacían pasar por amigos y te ofrecían ‘algo que te iba a hacer cantar mejor’. Pensábamos que estábamos acabando. Sí, acabando con nuestras vidas” —dice Cheo en tono irónico. “Comienzas haciéndolo solo los sábados y después llega la dependencia y el cuerpo te pide a ‘Mama’, que era como la llamábamos. Hacíamos lo indecible por conseguirla. Es lo más terrible que puede anular la vida de un hombre”, afirmó.
En el 1969 Cheo decidió dar un giro radical y conoció el programa de rehabilitación de Hogares Crea en Puerto Rico a través de Tommy Olivencia. En aquellos tiempos era una organización pequeña y Cheo Feliciano fue unos de los primeros músicos en ingresar. Cuando el programa de exadictos evoluciona y forma la famosa orquesta Impacto Crea, Cheo es invitado a grabar en su primer álbum. Durante toda su vida asumió de forma totalmente desinteresada el rol de portavoz e imagen de los Hogares Crea. El paréntesis que hizo en la música en ese lugar de apoyo lo impulsó a ganar la batalla contra la heroína.
Regresó a Nueva York más fuerte que nunca en 1971 para el histórico concierto con Fania All-Stars en el Cheetah. Allí compartió tarima con Pete “El Conde” Rodríguez, Bobby Cruz, Ismael Miranda, Santos Colón, Héctor Lavoe y Adalberto Santiago, entre otros. Después de grabar su primer disco de solista con Fania titulado Cheo (1971) nunca volvió a mirar atrás. Lo que vino después en su carrera con más de 45 discos de larga duración marcó para siempre la trayectoria del género.
Después de analizar la entrevista por horas en el cuarto de edición, sabía que lo que teníamos en la lata era oro puro. Su amplio vocabulario y elocuencia no solo salían a relucir en sus composiciones o los duelos del “Quítate Tú” de la Fania. También dejaba prendas aquí, en su plática conmigo. Fue capaz de abrirse y desvelar sus debilidades, triunfos y retos más personales. No había intereses, pretensiones ni apariencias.
A una semana de la muerte de Cheo Feliciano, recordé con cariño ese día. Llegué a la conclusión de que aunque le quedaba mucho por darnos y se fue más temprano de lo que le tocaba, siempre nos dio una ventana directa a lo más profundo de su persona. Creo que Don Cheo no sabía vivir de otra manera y por eso siempre será uno de los inmortales de la música popular mundial.
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