16 oct 2012

¡Vamos'al Mambo!



Fuente: Claridad ,Puerto Rico. Por: Irvin García


En más de una ocasión he recibido la sugerencia de comentar en este espacio sobre el vocabulario que usamos los músicos en el ejercicio de nuestras funciones. Como esto no es información confidencial, secreto de cofradía o juramento de “chitón” le ofrezco aquí un panorama del mambo éste del vocabulario musical.

Del saque tengo que hacer la distinción entre el vocabulario y los términos que usted oirá en un ensayo de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y el vocabulario y términos que usted oirá en un ensayo del Gran Combo de Puerto Rico. Le propongo que para efecto de aprovechar lo más posible el espacio que nos concede este suplemento cultural imaginemos las dos instituciones en un ensayo para un concierto de salsa sinfónica. En este concierto cada organismo musical hace lo suyo con la esperanza de no perder el sabor de los mulatos ni la grandiosidad del combo agrandado sinfónico. La sala de ensayo tiene que aguantar, por lo menos, 60 músicos sinfónicos y 13 del combo más pequeño. Prepárese para un sonido pesado en los metales y una pasaíta de mano de las cuerdas arrastrados todos por la poliritmia del timbal, las tumbadoras, el bongó, las campanas, la clave, las maracas, y en algún momento, par de golpes de los tímpani o del bombo. El ensayo está a punto de comenzar, todos los músicos frente a los atriles, con la vista fija en la representación gráfica de la música de la canción Carbonerito.

Los instrumentistas de la Sinfónica, así como los del Combo tendrán un papel encabezado con el título de la canción en el centro, el autor y el arreglista en la parte superior derecha y en la parte superior izquierda estará estampado el nombre del instrumento que va a tocar las notas que siguen más abajo. Ahí termina la similitud. Lo próximo que salta a la vista es una directriz del arreglista o compositor indicando cómo se debe tocar El Carbonerito. Los papeles de la Orquesta Sinfónica leerán allegro con motto, frase que para el que no es músico podría ser interpretada de muchas maneras distintas a como la interpreta el primer violín de la orquesta. La frase indica que se debe interpretar la música con alegría y movimiento, indicaciones realmente poco precisas sino es porque en este ámbito la comunidad musical ha acordado que allegro con motto significa que la pieza tiene 120 o más pulsaciones por minuto. El metrónomo es el aparatito que le puede dar una idea de la velocidad que implica tantas o cuantas pulsaciones por minuto. En los papeles de música del Combo, si alguno, pues El Carbonerito se lo saben de memoria, dirá Salsa 3-2 refiriéndose al ritmo que van a tocar, ya conocido por ellos, y la clave en que va a estar montado ese ritmo. En este caso la clave 3-2 comienza con tres pulsaciones seguidas por dos, ta ta ta- ta ta. En otros casos se usa la clave 2-3 donde se invierte el orden de las pulsaciones, oiga, de la misma clave. Esto es importante para la sección de ritmo, percusión, bajo y piano, porque determina el patrón con el que van a empezar a tocar en el primer tiempo. Pero vamo’al mambo antes que se acabe el tiempo del ensayo.

Para comenzar con la introducción instrumental del Carbonerito Rafael Ithier dará seis taconazos en el piso, toc-toc, toc-toc-toc-toc, que significarán para los músicos del Combo; un-dos, un-dos-tres-cua, las últimas tres letras del número cuatro casi nunca se mencionan. De otra parte en el podio frente a la Sinfónica Roselín Pabón levantará ambos brazos, con batuta en mano, como señal para que los músicos estén en posición listos para tocar, y sin conteo alguno volverá a levantar los brazos para marcar el primer compás de Carbonerito. En este caso tendrá que dejarse llevar por los taconazos de Ithier que son los que marcarán el allegro con motto para sus músicos.

La canción entra en la primera estrofa marcada por la letra A mayúscula y dependiendo del instrumento que usted toque tendrá o no compases de espera representado por los símbolos de silencio en cada compás, o el número de compases sobre el símbolo de silencio. Una vez superados los compases de espera, en medio de la segunda estrofa las violas tienen sobre unos signos musicales una indicación que dice con leño. –“Lejna es”- me dijo una vez un panita mío de Villa Palmeras cuando traté de explicarle esto. –“Primero allegro con motto y ahora con leño, canto’e sucio. ¡Tú me quieres decir que estás hablando de música! ¡Hombe nooo!”- Nunca me creyó que la indicación con leño quería decir que las cuerdas tenían que ser golpeadas con la parte de madera del arco del violinista. Volviendo a la canción que ya va por el coro que dice así: Donde vas carbonerito… podemos observar a Eddie “La Bala” moviendo los hombros mientras sopla el saxo alto respondiéndole al coro, los instrumentistas de la Sinfónica permanecen quietos, pendientes al director pues se acerca la próxima sección donde ellos tocan marcada con el vocablo Interludio. En el papel de los vientos del Combo la misma sección está marcada como Mambo. Por debajo de la música se oye la voz ronca de Ithier -¡Vamo’al Mambo!- a la misma vez que levanta la mano derecha y apuntando al cielo con el índice marca el uno, si hace falta también levanta el dedo malo para el dos y nos movemos con las notas del mambo. Roselín mantiene su postura, marcando el tiempo, reprimiendo las ganas de mover las caderas al ritmo del Combo.

Oiga, nada que ver con el ritmo que Pérez Prado puso en la China, debo decir, en términos musicales. Por ejemplo el Mambo No. 5 es más rápido (más pulsaciones por minuto) que El Carbonerito, sin embargo, están atados por la clave. La incorporación del término a la salsa, me sospecho, tiene que ver con la respuesta corporal a la música: el baile. Los bailadores de mambo era gente que se botaba bailando, haciendo figuras, volteretas y movimientos de pies muy rápidos a la vista para precisarlos. En la salsa esta parte instrumental provee para que los bailadores luzcan sus mejores secuencias de movimientos, ya que la atención no está puesta en la letra que la voz va cantando.

Se nos acaba el mambo, digo el espacio y no quiero terminar sin mencionarle La Moña. Para el maestro Roselín Pabón es un segundo interludio. Para el Combo es una frase sencilla instrumental de 8 o 16 compases que media entre los coros y el soneo. La Moña puede estar ya escrita por el arreglista o se puede crear al momento por los instrumentistas detrás de los vientos. Este recurso levanta la euforia del salsero que escucha y del que está echando un pie. Al pie del final de la Moña la señorita que toca el oboe lee: al signo y coda. El trombonista del Combo, por su parte, descifra: al signo y bola. Ambos van al mismo lugar donde hay una señal que los conducirá a la coda, representado por una bola y que quiere decir que van para el final. Ya a esta altura de la canción Ithier le hecha un ojo a la gente que está en el ensayo y ve que estamos todos bailando. Con una sonrisa de oreja a oreja se vuelve hacia los músicos levantando la mano derecha con el índice hacia el cielo y aunque no lo escuchamos sabemos que está diciendo: ¡Vamo’al mambo! Roselín lo sigue. ¿Qué me dice?

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