9 jul 2011

Carlos Molina, el fotógrafo de la Salsa en Colombia


Una nota de Umberto Valverde para El Tiempo de Colombia

El escritor Umberto Valverde retrata al caleño que posee esta gigantesca colección.

Carlos Molina, el fotógrafo de la rumba, vive en el barrio Obrero, en la carrera 11B No 24-44. Su casa, de tres pisos, es su propio museo.

Hace 40 años empezó a hacer fotografías con una cámara Olimpus Pen, en agosto de 1971, durante unas ferias de Palmira, a donde vino la Sonora Matancera. Hoy, cuenta con más de 20.000 fotos propias y unas 10.000 entre fotos adquiridas y afiches de promoción de artistas.

Todo lo tiene puesto sobre las paredes. Su casa es la memoria viva de la rumba en esta ciudad, además de tener una colección de instrumentos musicales y unos 3.000 'elepés' de música cubana, pachangas, boleros, salsa de Nueva York y música americana. Igualmente, tiene 10 cámaras fotográficas: unas de uso y otras de colección.

Su padre, también llamado Carlos Molina, de origen campesino, llegó al barrio Obrero en 1925. Su mamá, Irma Salas, nació en la carrera 10, diagonal a la iglesia, en 1923. Estudió la primaria en el Colegio Moderno hasta tercero; cuarto y quinto los cursó en la escuela José María Córdoba. El bachillerato lo hizo todo en el Benjamín Herrera, en la calle de la Escopeta. Carlos es el sexto de una familia de cuatro hombres y dos mujeres.

Su hermano mayor, Armandito, fue quien lo metió en la rumba y en la pasión por los músicos. Armandito es conguero y, en 1964, fundó el Combo Swing, con Piper Pimienta, Pichirilo y Duval, entre otros. Después, el Combo de los Supremos, con Piper Pimienta, Pichirilo, Osamendi y Pajuelín. En Bogotá, trabajó con Los Caribes y los Cinco de Oro. Regresó a conformar la orquesta Alfa 6, en el Hotel Intercontinental.

Carlos recuerda que, siendo un niño, en 1958, en la Feria de Cali, con sus padres y su hermano, fue a ver a la Sonora del Caribe. Más adelante, vieron a la orquesta de Pacho Galán, en la caseta Cañasgordas. Por supuesto, como todo caleño salsero que se respete perteneciente a esa generación, fue testigo de la presencia de Richie Ray y Bobby Cruz, en la caseta Panamericana, en el diciembre histórico de 1968 y en 1969.

Con el tiempo, le han contado de ese grupo de cantantes y músicos del barrio Obrero: el gran Raúl López vivía en la calle 23 con novena; Tito Cortés, en la 23 con 11B; Chepito Giraldo, en la 22A con novena; Lucho Vázquez, el aburrido, y Gastón Guerrero, puntero del trío Los Isleños.

Ha recuperado una foto excelente de Chepito Giraldo, que interpretó temas de Bienvenido Granda y tiene un homenaje a un bailarín del barrio, llamado Compay machete.

Desde entonces, Carlos Molina se aparece el primer día en que un gran cantante de salsa o una agrupación se presenta en Cali. Visita a los músicos en los hoteles y se va con ellos en el bus al sitio de la presentación. De esta manera, no le cobran y llega directo a los camerinos. Durante 20 años, por norma, iba a tomar fotos y rumbear. Después de la muerte de su madre, hace dos décadas, abandonó el licor y se convirtió en un controlado abstemio. "Ahora tomo ginger o soda", dice.

La lista de sus imágenes fotográficas para el recuerdo es larga: el 29 de noviembre de 1974, la celebración de los 50 años de la Sonora Matancera, en la Plaza de Toros, donde cantaron Daniel Santos, Carlos 'Argentino' Torres, Celio González, Nelson Pinedo, Welfo y Yayo el 'Indio'.

Al año siguiente, la primera vez que vino el Gran Combo de Puerto Rico, en la caseta Panamericana, con Andy Montañez y el éxito Un verano en Nueva York. En 1976, en la caseta Toro Sentao, Larry Landa, Joe Quijano, Sexteto Juventud, La Gran Banda Caleña y Chivirico Dávila.

Siguen los recuerdos captado por su lente: Celia Cruz, en abril de 1976, en la Plaza de Toros, acompañada por Ramón Ropaín, Miguelito Valdés, Carlos 'Argentino' Torres y la 'Nena' Jiménez. Héctor Lavoe, en el Evangelista Mora, en 1977. En 1981, Ismael Rivera. Aprovechó que cantaron juntos y registró la famosa foto en que están juntos Ismael Rivera, Héctor Lavoe y Piper Pimienta Díaz.

En 1984, Celina vino por primera vez a Las Vallas. También se honra de tener fotos personales con cantantes amigos como Piper Pimienta, en la puerta de su casa; con Saoko, 'Cotorro', y el finado Enrique Estupiñán, quien cantaba con Los Hermanos Lebrón y Alexis Lozano.

En su casa ha contado con ilustres visitantes como Willie Rosario, Adalberto Santiago, Bobby Valentín, Tito Nieves, Ismael Miranda, integrantes del Gran Combo y otros 150 músicos. Ramón Rodríguez y Ramón Castro, del Conjunto Clásico, se pusieron a cantar A Cali, un tema que ellos compusieron para la ciudad. Gilberto Santa Rosa, que miraba todo con detenimiento, porque él recientemente compró la casa de Tito Rodríguez y quiere convertirla en museo.

También me cuenta de un famoso cantante que no quiso aceptar la invitación de ir a su casa. "A ese -dice-, aunque me lo pida, ya no lo dejo entrar aquí".

En 1998, cuando su padre murió, se trasladó para esta nueva casa en compañía de su esposa, América Castellanos, y Carlos, su hijo de 31 años. A él le dejará esta herencia, que nació como un hobby o simplemente para compartir con los músicos. Ha realizado exposiciones en el Hotel Intercontinental, en el 2006; en la Biblioteca Departamental y en la Licorera del Valle, en el 2003; en el Centro Cultural, en el 2007, y en varias versiones del Mundial de Salsa y en los Festivales de Salsa y Verano.

Ahora se habla mucho de hacer un Museo de la Salsa. "Siempre las entidades oficiales dicen que no hay dinero, que uno debe colaborar por el bien de la ciudad -explica-. Por eso no me preocupo, pues estos proyectos y todo lo mío serán de mi hijo. A él le tocará definir cualquier propuesta".

Uno de los sueños realizados fue visitar a Cuba en dos oportunidades: en 1993, en el Festival Benny Moré, con un combo que encabezaban el melómano Gary Domínguez, el coleccionista Emiro Burbano y el locutor Pepe Valderruten, quien perduró por décadas con un programa dedicado a la Sonora Matancera. Repitió en agosto del 2007 y recorrió las viejas instalaciones de Radio Progreso, lo que era el edificio de la CMQ, el Tropicana, el Hotel Nacional, el Malecón y La Bodeguita del Medio. "Digan lo que digan -agrega-, para mí es la ciudad más bella del mundo".

Los domingos, Carlos Molina no falla en Palo de Mango, en la carrera octava, por donde fue el Séptimo Cielo, la discoteca más famosa de Cali en los años 60. Ahí, se sienta en la mesa de Antonio Salcedo, el coleccionista. "Las discotecas se acabaron y no es como antes -dice-. En Palo de Mango tiro paso todo el tiempo".

Le pregunto por los bailarines. Alcanzó a ver a Benigno e Hilda, los más antiguos, en el Hotel Aristi. Vio en su plenitud a Denis, a Félix Veintenillas, a Jimmy Boogaloo, al gran Antonio Catacoli, a María, a Amparo Arrebato y a Esmeralda. Claro, a Evelio Carabalí.

Le pregunto: ¿Qué canciones te corren la cabeza?
"Punto negro, de Daniel Santos; Vamos a reír un poco, de Héctor Lavoe, y Salud, dinero y amor, de la Típica Novel. Mis orquestas preferidas son la Sonora Matancera, Richie Ray, la Sonora Ponceña y la Típica Novel".

Para un viejo rumbero como Molina, una sola ha sido la discoteca más bonita que ha habido en Cali. "Discotecas como Juan Pachanga o Los Compadres no volverán a existir, dice. "Corresponden a otra época. Antes venían las orquestas completas, ahora solo vienen los cantantes. Yo hacía fotos de cada uno de los músicos y armaba mosaicos de las orquestas. La rumba ya no es hasta que salga el sol. De todas maneras, me tomo mi ginger".

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