100 Años de Mario Bauzá: La Raíz Latina del Jazz

Bauzá, la raíz latina del jazz El Espectador, Colombia. Por: Adriana Carrillo Silva
Mario Bauzá nació el 28 de abril de 1911 en la Habana, Cuba, y vivió desde los 19 años en la ciudad de Nueva York. Fue pionero en la inclusión de elementos rítmicos del son en el swing y por consecuencia, padre del ya tradicional jazz latino.
Antes de Paquito D’ Rivera, antes de Arturo Sandoval; mucho antes de Poncho Sánchez y Dave Valentín, y a la par del movimiento del bebop (1940), incluso desde una década antes, Mario Bauzá encabezó el movimiento del jazz afrocubano, al que hoy se le denomina jazz latino. Éste ha sido, históricamente, uno de los más influyentes en la historia del jazz y, aunque ya no como antes, se sigue tocando y escuchando tanto en la ciudad de Nueva York, como alrededor del mundo.
Bauzá estudió clarinete y oboe en el Conservatorio de Música de la Habana, y en 1930 decide mudarse a Nueva York en busca de un espacio de infinita libertad para sus intenciones de exploración. Allí aprendió, por su cuenta, a tocar trompeta en 15 días y fascinado por el swing se entregó al saxo alto. Podría decirse que su éxito se debe a una cuestión de actitud. Tocó en la banda de Noble Sissle, luego en la de Chick Webb, de la que se convirtió en su director musical y en donde empezó a introducir elementos rítmicos del son en las estructuras del jazz. Siguió en la orquesta de Cab Calloway y terminó en la famosa orquesta de Machito y sus Afro-cubans, donde definió la unión del jazz y la música cubana, hasta llevarla a un grado de madurez en el que se hacía necesario hablar de un nuevo género. Su experimentación fue gradual y la joya representativa de lo que resultó de ello fue Tanga, una suite en cinco movimientos que tiene tanta elegancia, como sabor cubano.
Si algo llama la atención de Bauzá fue su agudeza para descubrir grandes artistas. Fue él quien cedió su puesto por cuatro días a Dizzy Gillespie en la orquesta de Cab Calloway, donde terminó quedándose. Tampoco hace falta decir que después de ahí, Gillespie iría a formar parte de la creación del bebop, junto a Miles Davis, Charlie Parker y Thelonious Monk, entre otros. Fue también Bauzá quien insistió a Chick Webb que le prestara atención a una de las jovencitas que había ido a la audición para entrar en la banda. Era Ella Fitzgerald. Más adelante llevó a Chano Pozo a conocerse con Gillespie, una unión emblemática de donde salió la grabación de Manteca, uno de los himnos del jazz latino.
Desde el 11 de julio de 1993 no contamos con la presencia física del maestro Bauzá, pero sus ecos retumban incluso cuando el género pasa por un momento crítico que le exige una renovación. Hoy la categoría de mejor álbum de jazz latino está fuera de los Premios Grammy, pero sus veteranos como Eddie Palmieri, Paquito D’Rivera, Arturo O’Farrill, Bobby Sanabria y Larry Harlow suman esfuerzos para recuperar la posición en los premios que, como dice Palmieri, representan un elemento motivador para jóvenes con nuevas propuestas.
La herencia de Bauzá trascendió el primer encuentro de la música cubana y el jazz para dar paso a nuevos acercamientos interesantes. El jazz se ha abierto al folclor de cada país, acogiendo sus riquezas y provocando nuevas formas de expresión musical. Las composiciones de Bauzá permanecen vigentes, como evidencia y testamento del encuentro del Caribe y el jazz, ese otro inmenso mar.
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