Cuco Valoy, dominicano y barranquillero

Fuente: El Tiempo, Colombia. Por: Olga Lucía Martínez Ante
Mañana culmina el V Carnaval Internacional de las Artes, de Barranquilla, con un homenaje al gran músico caribeño que es un ídolo del público por su merengue 'El carnaval de Curramba'.
En la casa de los Valoy, en una comunidad campesina a 20 minutos de Santo Domingo, la capital de República Dominicana, la música no era importante.
"Fuimos 12 hijos y había mucha humildad y también mucho que hacer. Yo, por ejemplo, nunca vi a mi papá bailando, sino impartiendo disciplina", cuenta Cuco Valoy, músico de merengue, salsa, cumbia, swing latino, son montuno, bolero y chacha-chá, una especie de genio vivo de los sonidos del Caribe.
Valoy, el penúltimo de la familia, tiene una voz fuerte y amigable. A sus casi 74 años se le siente una vitalidad contagiosa, de la que hará gala mañana en el cierre del V Carnaval Internacional de las Artes, en Barranquilla, donde se le rendirá un homenaje por su trayectoria y porque es uno de los cantantes favoritos de la ciudad y de su fiesta anual, Patrimonio de la Humanidad.
Pese a que creció en un ambiente muy poco rumbero, en las fiestas patronales de su comunidad era el primero en la romería para oír al grupo musical, un conjunto de acordeón, güiro, tambora y marimba.
El que dejaba absorto a Pupo (como lo bautizaron sus padres) era el tamborero, "un negro al que le decían 'Petróleo', porque era oscurito, oscurito. El sonido maravilloso que salía de sus manos y del tambor todavía me impacta cuando lo recuerdo", dice.
Le gustó tanto que en su casa hizo una tambora pequeña, con una lata "de esas en las que venía la mantequilla". "La adapté, le puse cartón, y empecé a tocarla", cuenta.
Se entusiasmó con su nuevo juguete y, además, algo dentro de él lo llevó a perfeccionar su trabajo, al punto que lo llamaron un día de un grupo local porque el tamborero se enfermó. Valoy se quedó con el puesto.
Días de dúo
Lo que siguió fue formar un dúo con su hermano Martín -cuando este se ganó una guitarra en una rifa- con quien interpretaban los éxitos de artistas de los años 40. Les iba bien en la Santo Domingo del dictador Rafael Leonidas Trujillo, recuerda.
"En el bar Güibia -ha relatado Valoy- nos parábamos en las mesas, cantábamos una canción y nos daban 10 o 15 centavos".
Ya en los 50, Cuco decidió cambiar de repertorio musical y se dedicó al son montuno. Jack Ferreiras, locutor que presentaba un programa de músicos aficionados en Radio Televisión Dominicana, fue el responsable del primer cambio de nombre del grupo, que pasó a llamarse Los Ahijados, en consonancia con Los Compadres de Cuba (que integraban Lorenzo Hierrezuelo y 'Compay Segundo').
"Como cantábamos de una forma similar a Los Compadres, de Cuba, dijo que si en la isla existía ese grupo, República Dominicana debía tener, al menos, a Los Ahijados".
Dos décadas después, el grupo creció y se llamó Los Virtuosos. Uno de sus 18 hijos (cuenta que tres de ellos son ahijados que él crió), Ramón Orlando, un destacado músico, empezó a hacer parte del conjunto.
Los Virtuosos evolucionaron en La Tribu, nombre que le dieron a su conjunto en Panamá, cuando alguien dijo que "ese grupo de 13 negros" más parecía "una tribu".
Sin importar como se llame el grupo que lo acompañe, el centro de todo es Cuco Valoy: su estilo, sus letras, su sonido (estudió en el Conservatorio de Santo Domingo) y también su capacidad para conseguir que, cada vez, sus canciones suenen más modernas, con letras que no sólo tienen un guiño de humor, sino también algo de pensamiento popular.
Basta oír Juliana: "No eras nadie al conocerte, te di nombre y apellido..." o Nació varón: "Señores, salió el doctor, viene un poco sudoroso, su hijo nació varón, me dijo, es grandote y muy hermoso".
Este moreno, que toca piano, bajo y percusión, ha compuesto alrededor de 300 temas. Además de Juliana y Nació varón, El brujo y una que le dedicó a Barranquilla, El carnaval de Curramba -y que, cuenta, escribió en un avión- son algunas de las más conocidas.
"La canción del Carnaval tiene una connotación: vio la luz con una sabrosura muy bailable, como me gusta que me salgan los temas", rememora.
Su primera visita a Colombia fue en 1979. Estuvo en Buenaventura y en Cali. "Pasaba algo extraño. Aquí no se conocía el merengue moderno. Cuando toqué La maldita cola, la gente se quedó como helada, como hechizada, pero le gustó", asegura. En Cali, en una caseta llamada Saporrita, un empresario que, si la memoria no le falla, se llama -o llamaba- Rafael Visual, le habló de ir a Barranquilla.
"Y fue amor a primera vista, algo raro nos pasó a esa ciudad y a mí", manifiesta Valoy. Conoció los secretos del carnaval, los barrios populares y la historia de Joselito (el héroe de la rumba, que muere el martes antes del Miércoles de Ceniza), y se volvió un local. En el Festival de Orquestas del Carnaval, en el que ha participado en varias ocasiones, ha ganado cuatro Congos de Oro.
Y oye música colombiana, salsa y vallenato, especialmente. Considera al grupo Niche como algo especial.
Asunto de familia
Desde que descubrió la música, Valoy quiso que esta no sólo fuera su fuente de satisfacción, sino de vida, y su deseo fue tener una empresa de este tipo. Pero que incluyera únicamente a los hombres de su casa. "Las niñas no, por lo dura que es la vida de la noche", justifica.
El tema, entonces, es un asunto de varones. Sus ocho hijos son músicos y Ramón Orlando es el gran líder de esta segunda generación. "Es un músico extraordinario, tiene un gran talento", cuenta.
El maestro Valoy no se queda quieto. Cuando compone una canción, la empieza a grabar en el estudio y cada día le pone o le quita algo, hasta que la siente perfecta. "Es un placer poder trabajar así, aprovechando la tecnología. Antes era muy diferente".
Y trabaja a diario. Detesta estar en la cama, "que es una enemiga. Hay que moverse, hacer cosas". Para él es importante cantar y componer.
Desde hace varios años vive en Estados Unidos, pero no olvida su tierra ni de dónde viene. Tiene aún el recuerdo de su padre, ese hombre disciplinado -aunque con varias mujeres, como era "costumbre" en esa época, cuenta- que le enseñó a hacer bien las cosas. De su mamá hay menos recuerdos, pues murió cuando él tenía cuatro años.
Pero esto no es motivo de tristeza. "Uno siempre debe sentir que la vida es una fiesta". Y sinónimo de fiesta es el gran Cuco Valoy.
Teatro Amira de la Rosa. Domingo 20 de febrero. 9 p. m. Carrera 54 No. 52-258. Entrada libre. Las boletas se pueden reclamar dos horas antes en el teatro.
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