Gilberto Santa Rosa: "soy un intérprete de sentimientos"

Gilberto Santa Rosa, 'El Caballero de la Salsa’, llega a fines de mes al Perú para realizar una gira que lo tendrá en Lima (25 de junio, en el Scencia de La Molina), Tacna (26 de junio), Chiclayo (27 de junio) y Nuevo Chimbote (28 de junio). Aquí, su 'salsera’ y estupenda voz.
Profesionalmente yo empecé a cantar a los 14 años, pero antes de eso, desde los seis años, hacía trabajo de aficionado: cantaba en la escuela, en las fiestecitas del barrio y en cualquier escenario donde se me permitiera abrir la boca”. Gilberto Santa Rosa, 'El Caballero de la Salsa’, nos habla de sus primeros escenarios musicales.
¿Siempre fue salsero?
Mi primer género musical fue el bolero. Mi primera experiencia directa en la música fue en la escuela, con un compañero que tocaba la guitarra. Yo me aprendía las letras de los boleros, y mi compañero, los acordes de guitarra. Sin embargo, a pesar de que yo conocía a muchos músicos y cantantes, aún la música no se me vislumbraba como una profesión. Ya a inicios de los 70, cuando empezaron a llamarle “salsa” a la música que escuchábamos todos los días –a la “salsa” primero le decíamos música cubana; luego, tropical y caribeña y, finalmente, salsa–, para mí no fue nada extraño adaptarme a los nuevos ritmos y ser llamado “salsero”.
Parece ser que el bolero tiene que ver mucho con la letra de sus canciones…
Sí, sobre todo en los últimos años. Como le conté, yo canto boleros de toda la vida, pero nunca me había atrevido a grabarlos y, cuando empecé a hacerlo –un poco por imposición de mi disquera–, estaba bastante preocupado pues no sabía cómo iba a reaccionar la gente. Al inicio me negué, pues decía: “Caramba, esto ya salió, cómo sabemos que la gente quiere escuchar la misma canción en otro estilo, con otra voz”. Corría el año 92 y, felizmente, el disco fue un éxito y, desde entonces, los boleros son parte de mi repertorio.
¿Qué música escucha?
De todo un poco. Yo me río porque mis amigos me hacen muchas bromas sobre la música que está en mi auto: tengo a Carlos Gardel y a Beyoncé, al Gran Combo y a Marc Anthony, a Frank Sinatra y a Luis Enrique, a Víctor Manuel y a Eva Ayllón, una de mis cantantes favoritas. Me gusta mucho la música folclórica de los países de América Latina, me gusta la música popular que se ha hecho clásica, sin importar el género. Lo que menos tengo en mi colección es música instrumental. A mí me gusta que alguien cante. Eso sí, la excepción es la música instrumental ejecutada por una 'big band’; pero, mientras alguien cante, yo estaré más feliz.
Quizá porque es un cantante…
Es que yo siempre me fijo en la letra y cómo la interpretaron. Por eso, los cantantes 'clásicos’ me gustan más, aunque de todos se aprende, de los de antes y de los de ahora…
De Frank Sinatra y de Vico C (Santa Rosa tiene una canción estupenda con Vico C, el rapero)...
Definitivamente. Me encanta su ejemplo porque allí están dos íconos, porque, si bien son totalmente distintos, según mi humilde opinión, son lo mejor de su género. El Sinatra de los 50 era una maravilla. Vico C, con el respeto a todos los demás, es el más completo y más profundo de los raperos.
¿Quién fue su modelo como cantor?
Mire, yo empecé a cantar emulando –y, por qué no decirlo, imitando– a Andy Montañez y a Pellín Rodríguez, los cantantes originales de El Gran Combo. Más tarde, gracias a mi mamá, conocí la música de Tito Rodríguez y me pareció fascinante ver cómo un señor con algunas limitaciones vocales, gracias al uso correcto de sus recursos, se hacía un gigante.
Sucede que no basta con cantar, también hay que transmitir…
Tiene razón. Yo aprendí mucho de un periodista durísimo que escribía reseñas de discos. Él hacía hincapié en la interpretación. Cantantes hay muchos y muy buenos; yo, modestia aparte, me considero un intérprete de sentimientos.
Ha dicho que se ha especializado “en decir lo que los hombres no nos atrevemos a decir”…
(Ríe). Usted sabe que los latinos somos machistas y muy duros para expresar sentimientos. Y sí, esa es la línea de mi trabajo. En nuestros países, mucha gente regala música para comunicar sus sentimientos. Mucha gente se me acerca y me dice: “Usted es un brujo porque tiene una canción para cada uno de mis estados de ánimo”. Cuando empecé a cantar salsa, eran pocas las canciones románticas, la mayoría iba por el ritmo, por el baile y, de pronto, el amor se colocó como uno de sus temas principales. Así, la salsa se amplió y se convirtió en música para bailar, en música para enamorar, en música para pensar...
Sé que no es compositor, pero, ¿se siente un medio para expresar los sentimientos de su público?
Claro, aunque no estén necesariamente mis vivencias personales. Sí le puedo decir que, para poder “decir algo” con una canción, uno tiene que haber atravesado por el camino que se narra porque, si no, se va a notar falso, impostado, y así no es el arte. Yo he amado y me han amado, he vivido en conflicto… tengo una memoria emotiva que uso en mis canciones. Yo soy un obrero de la salsa que ha hecho todo lo que su talento le permitió y a quien le encantaría figurar en su 'Historia’.
¿Cómo ve el futuro de la salsa?
Será halagador si le empezamos a dar espacio a la nueva generación de salseros. Ya es hora de que esta gente nos releve y llene a la salsa de energía… eso sí, con su propio estilo.
¿Qué aprecia del público peruano?
Su entusiasmo y su respeto para la música. Además, la primera vez que vine, la gente no solo conocía mucha salsa sino que se sabía mis canciones. Además, el Perú nos dio a los salseros un segundo aire, justo cuando más lo necesitábamos, pues nuestra música estaba perdiendo espacio en nuestros propios países.
En su gira peruana va a poder comer muchos cebiches…
Le cuento que yo nunca he comido un cebiche en otro lugar que no fuese el Perú. Por eso me alegra mucho su boom gastronómico.
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