Nueva obra de Cristobal Diaz Ayala
El próximo miércoles 22 de abril en Puerto Rico, Cristóbal Díaz Ayala presentará su obra más reciente, el libro San Juan-New York: Discografía de La Música Puertorriqueña 1900-1942 (Publicaciones Gaviota).
A raíz de esta nueva publicación del reconocido investigador e historiador musical del Caribe, el semanario boricua Claridad le dedica la siguiente nota que reproducimos:
Cristóbal Díaz Ayala y Los Signos de la Música
Marioantonio Rosa/Especial para En Rojo
Escuchar el fonógrafo junto a la canción de ensueño. Tomar de esa canción su esencia y sus matices, ir haciendo una figura de luz que vaya creciendo en la memoria día tras día y al final, repetirla con magia, con la verdad única de haberla vivido, con la verdad única de haberla amado.
Una vez el disco va revelando en sus revoluciones el pentagrama ocurre el acto de soñar, de imaginarse absoluto en el pasaje de las transparencias, y otra vez, comenzar.
A los 4 años, Cristóbal Díaz Ayala escuchaba los hechizos del bolero desde un café muy cercano a su hogar, bajo el signo de La Habana del romance. Su padre, aficionado al canto, lo sentaba junto a una gran ventana de la casa a escuchar todos los acordes que brotaban con un suave viento de viaje, de presencia y de nostalgia. El oído despertaba hacia una visión exquisita, que aún le acompaña y que no conoce olvidos. Al dormir, su padre escogía la balada caminada en las guitarras, los pianos, la orquesta encendida y le cantaba lo majestuoso de sus letras. Cristóbal cerraba los ojos al sueño perdido en una inmensidad que para un niño era un cielo de color y misterio.
El tiempo no se ha ido: él lo sabe, lo comprende, y aún lo contempla. Así, este abogado de profesión ha vivido el ensueño de la música hisponamericana siempre. Lo testimonia su Nuevo libro, San Juan-New York: Discografía de La Música Puertorriqueña 1900-1942, bajo el sello editorial de Publicaciones Gaviota.
Nuestra música tiene un recorrido más que centenario, construyendo su esplendor desde la primera grabación de La Borinqueña, en la voz de la soprano cubana Chalí Herrera conocida en los palcos de la ópera como Madam Chalia en el Nueva York de los exilios e inmigrantes en el año 1900 y con rúbrica de Víctor Monarch Records.
El tiempo no ha podido irse cuando Cristóbal, desde esa comunión con el bolero, el alma y el oído ha investigado ininterrumpidamente el pentagrama latinoamericano, desde su juventud, sus primeros años en Miami, su carrera de abogado, sus hijos y su sueño.
Llega a Puerto en el año 1960, con un azar muy lejano a lo que buscaba su alma: la construcción. Pero antes, mucho antes, de la mano con el tiempo lo seduce la idea de encontrarse con la entraña y camino de la música; primero la cubana, para irse llenando de más búsqueda y adentrarse en la nuestra.
Sirve de paradigma Richard K. Spottswood, musicólogo norteamericano quien publica un libro sobre la música étnica entre los años 1893 al 1942. ¿Y qué sobre Richard K. Spottswood? La disciplina de los hechos con un orden, el poder de la evidencia porque la evidencia misma revela la historia a escribirse y la confronta con el momento en que es descubieta y el momento venidero y la riqueza de palabras, de asonancias, de estilo y norma.
Cristóbal usaba como una fiel brújula este punto cardinal, para lanzarse al encuentro del legado musical latinoamericano.Así mismo aprende que el periodismo es palabra de transparencia. La claridad hace el oficio de la visión y del buen escribir.
Una de sus primeras publicaciones Del Areyto a la Nueva Trova (1960) recoge la discografía de la música cubana comprendida entre los años 1898 al 1925. Si bien es cierto que tuvo su primer programa de radio a los 15 años, reseñando música americana, esta perspectiva cambia profundamente. La música nos une a todos, sin territorio, lengua o bandera. La música la hacemos todos. Trabajando en Radio Universidad de Puerto Rico, la Dra. Awilda Palau le hace un acercamiento para que recopile lo mejor de la música cubana y sus compositores para el programa Rompiendo el Bloqueo,encomienda que llenó a Cristóbal Díaz Ayala de mucha satisfacción.
Entiende que la música es un mar que podemos caminar siempre bajo una única marea. Recomienda lo mejor del son cubano, y compositores de renombre como M. T Linares y Leonardo Acosta por mencionar algunos.Cristóbal Díaz Ayala en esta nueva entrega editorial nos presenta el escenario intenso y creativo del juglar puertorriqueño. Nuestros jíbaros con ligero equipaje enfilan sus sueños a Nueva York, y con ellos,el sentimiento que solamente la música puede hilvanar.
Es allí, en La Gran Manzana, que al entorno de largas horas de taller, largas horas entre la pujanza de las máquinas, las mesas, la gente, el jornal, se escribe el retorno al terruño amado, a La Tierruca que Virgilio Dávila pintaba una y otra vez para el milagro de la poesía. El móvil océano, el verdor del valle, las colinas, el aire definitivo de la patria. Nuestro cancionero logra una raíz primaria y robusta en contraste con una ciudad de infinitas velocidades.
A lo largo de 323 páginas con un prólogo de Ángel G. Quintero Rivera se recoge ese fructífero trayecto del cancionero boricua, muchas veces, y haciendo seña de Lola Rodríguez de Tió cuando dijo como profecía; Cuba y Puerto Rico son, de un pájaro las dos alas acompañadao del talento cubano. Muchos son los nombres partiendo de los luceros, de Rafael Hernández, Pedro Flores o Guillermo Venegas Lloveras. Muchas las orquestas como La Orquesta Típica Criolla, la Orquesta Columbia, Orquesta Casino de Ponce,Antonio Machín, la Orquesta de Frank Madera, el Cuarteto Mayarí, con las composiciones de Plácido Acevedo, Claudio Ferrer, y Felipe Goyco, Ruth Fernández, Elenita Estrada, Corozo, César Concepción.
En la música jíbara veremos a Chuíto el de Bayamón,-¿quién no recuerda la Vieja Voladora?-también Chuito el de Cayey, Trovadores Antillanos entre otros. Se unen también nombres como Bobby Capó, Guty Cárdenas, José Luis Moneró.Hace vital este libro la evidencia de la gran semilla de nuestros cantantes y compositores, todos creando la antesala a una música que se ha desarrolado en nuevos géneros, nuevos ritmos, pentagrama infinito.
Nos dice Cristobal Díaz Ayala que los géneros que han seguido la estela, se nutren de esa generación que fundó ése gran cancionero de Nueva York: 3,600 grabaciones, vivas, llenas de color y poesía, imperecederas.La presentación de este libro tendrá lugar el miércoles 22 de abril a las 7 pm en el Ateneo Puertorriqueño. Tendrá a cargo la presentación el señor Agustiné Vélez. Recomendamos a los amantes de la música y a todos los que desean conocer mucho más a Puerto Rico a obtener este libro y adentrarse en sus páginas.
Otros libros publicados por Cristóbal Díaz Ayala son Cuando Salí de La Habana, Cien Años de Música Puertorriqueña por el Mundo, La Marcha de los Jíbaros 1898-1997, Si te quieres por el Pico Divertir, en honor al chspeante pregón cubano y recordando los acordes de El Manicero, Moisés Simmons, y Cien Canciones Puertorriqueñas del Milenio.
Desde esos días, cuando su padre lo sentaba en la gran ventana de la casa, a escuchar el latido exacto del bolero y la música en su candor y magia, Cristóbal Díaz Ayala sabía muy bien en su alma, que la música y él, pasarían más allá del tiempo, y que juntos, siempre tendrán mucho que decir, y escribir.
A raíz de esta nueva publicación del reconocido investigador e historiador musical del Caribe, el semanario boricua Claridad le dedica la siguiente nota que reproducimos:
Cristóbal Díaz Ayala y Los Signos de la Música
Marioantonio Rosa/Especial para En Rojo
Escuchar el fonógrafo junto a la canción de ensueño. Tomar de esa canción su esencia y sus matices, ir haciendo una figura de luz que vaya creciendo en la memoria día tras día y al final, repetirla con magia, con la verdad única de haberla vivido, con la verdad única de haberla amado.
Una vez el disco va revelando en sus revoluciones el pentagrama ocurre el acto de soñar, de imaginarse absoluto en el pasaje de las transparencias, y otra vez, comenzar.
A los 4 años, Cristóbal Díaz Ayala escuchaba los hechizos del bolero desde un café muy cercano a su hogar, bajo el signo de La Habana del romance. Su padre, aficionado al canto, lo sentaba junto a una gran ventana de la casa a escuchar todos los acordes que brotaban con un suave viento de viaje, de presencia y de nostalgia. El oído despertaba hacia una visión exquisita, que aún le acompaña y que no conoce olvidos. Al dormir, su padre escogía la balada caminada en las guitarras, los pianos, la orquesta encendida y le cantaba lo majestuoso de sus letras. Cristóbal cerraba los ojos al sueño perdido en una inmensidad que para un niño era un cielo de color y misterio.
El tiempo no se ha ido: él lo sabe, lo comprende, y aún lo contempla. Así, este abogado de profesión ha vivido el ensueño de la música hisponamericana siempre. Lo testimonia su Nuevo libro, San Juan-New York: Discografía de La Música Puertorriqueña 1900-1942, bajo el sello editorial de Publicaciones Gaviota.
Nuestra música tiene un recorrido más que centenario, construyendo su esplendor desde la primera grabación de La Borinqueña, en la voz de la soprano cubana Chalí Herrera conocida en los palcos de la ópera como Madam Chalia en el Nueva York de los exilios e inmigrantes en el año 1900 y con rúbrica de Víctor Monarch Records.
El tiempo no ha podido irse cuando Cristóbal, desde esa comunión con el bolero, el alma y el oído ha investigado ininterrumpidamente el pentagrama latinoamericano, desde su juventud, sus primeros años en Miami, su carrera de abogado, sus hijos y su sueño.
Llega a Puerto en el año 1960, con un azar muy lejano a lo que buscaba su alma: la construcción. Pero antes, mucho antes, de la mano con el tiempo lo seduce la idea de encontrarse con la entraña y camino de la música; primero la cubana, para irse llenando de más búsqueda y adentrarse en la nuestra.
Sirve de paradigma Richard K. Spottswood, musicólogo norteamericano quien publica un libro sobre la música étnica entre los años 1893 al 1942. ¿Y qué sobre Richard K. Spottswood? La disciplina de los hechos con un orden, el poder de la evidencia porque la evidencia misma revela la historia a escribirse y la confronta con el momento en que es descubieta y el momento venidero y la riqueza de palabras, de asonancias, de estilo y norma.
Cristóbal usaba como una fiel brújula este punto cardinal, para lanzarse al encuentro del legado musical latinoamericano.Así mismo aprende que el periodismo es palabra de transparencia. La claridad hace el oficio de la visión y del buen escribir.
Una de sus primeras publicaciones Del Areyto a la Nueva Trova (1960) recoge la discografía de la música cubana comprendida entre los años 1898 al 1925. Si bien es cierto que tuvo su primer programa de radio a los 15 años, reseñando música americana, esta perspectiva cambia profundamente. La música nos une a todos, sin territorio, lengua o bandera. La música la hacemos todos. Trabajando en Radio Universidad de Puerto Rico, la Dra. Awilda Palau le hace un acercamiento para que recopile lo mejor de la música cubana y sus compositores para el programa Rompiendo el Bloqueo,encomienda que llenó a Cristóbal Díaz Ayala de mucha satisfacción.
Entiende que la música es un mar que podemos caminar siempre bajo una única marea. Recomienda lo mejor del son cubano, y compositores de renombre como M. T Linares y Leonardo Acosta por mencionar algunos.Cristóbal Díaz Ayala en esta nueva entrega editorial nos presenta el escenario intenso y creativo del juglar puertorriqueño. Nuestros jíbaros con ligero equipaje enfilan sus sueños a Nueva York, y con ellos,el sentimiento que solamente la música puede hilvanar.
Es allí, en La Gran Manzana, que al entorno de largas horas de taller, largas horas entre la pujanza de las máquinas, las mesas, la gente, el jornal, se escribe el retorno al terruño amado, a La Tierruca que Virgilio Dávila pintaba una y otra vez para el milagro de la poesía. El móvil océano, el verdor del valle, las colinas, el aire definitivo de la patria. Nuestro cancionero logra una raíz primaria y robusta en contraste con una ciudad de infinitas velocidades.
A lo largo de 323 páginas con un prólogo de Ángel G. Quintero Rivera se recoge ese fructífero trayecto del cancionero boricua, muchas veces, y haciendo seña de Lola Rodríguez de Tió cuando dijo como profecía; Cuba y Puerto Rico son, de un pájaro las dos alas acompañadao del talento cubano. Muchos son los nombres partiendo de los luceros, de Rafael Hernández, Pedro Flores o Guillermo Venegas Lloveras. Muchas las orquestas como La Orquesta Típica Criolla, la Orquesta Columbia, Orquesta Casino de Ponce,Antonio Machín, la Orquesta de Frank Madera, el Cuarteto Mayarí, con las composiciones de Plácido Acevedo, Claudio Ferrer, y Felipe Goyco, Ruth Fernández, Elenita Estrada, Corozo, César Concepción.
En la música jíbara veremos a Chuíto el de Bayamón,-¿quién no recuerda la Vieja Voladora?-también Chuito el de Cayey, Trovadores Antillanos entre otros. Se unen también nombres como Bobby Capó, Guty Cárdenas, José Luis Moneró.Hace vital este libro la evidencia de la gran semilla de nuestros cantantes y compositores, todos creando la antesala a una música que se ha desarrolado en nuevos géneros, nuevos ritmos, pentagrama infinito.
Nos dice Cristobal Díaz Ayala que los géneros que han seguido la estela, se nutren de esa generación que fundó ése gran cancionero de Nueva York: 3,600 grabaciones, vivas, llenas de color y poesía, imperecederas.La presentación de este libro tendrá lugar el miércoles 22 de abril a las 7 pm en el Ateneo Puertorriqueño. Tendrá a cargo la presentación el señor Agustiné Vélez. Recomendamos a los amantes de la música y a todos los que desean conocer mucho más a Puerto Rico a obtener este libro y adentrarse en sus páginas.
Otros libros publicados por Cristóbal Díaz Ayala son Cuando Salí de La Habana, Cien Años de Música Puertorriqueña por el Mundo, La Marcha de los Jíbaros 1898-1997, Si te quieres por el Pico Divertir, en honor al chspeante pregón cubano y recordando los acordes de El Manicero, Moisés Simmons, y Cien Canciones Puertorriqueñas del Milenio.
Desde esos días, cuando su padre lo sentaba en la gran ventana de la casa, a escuchar el latido exacto del bolero y la música en su candor y magia, Cristóbal Díaz Ayala sabía muy bien en su alma, que la música y él, pasarían más allá del tiempo, y que juntos, siempre tendrán mucho que decir, y escribir.
Comment (1)
16 de abril de 2009, 18:44
Saludos Puerto Rico! viva la Salsa!
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